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Nuestra Salud Mental / Puentes a cruzar en San Francisco

Dr. Víctor Albores García

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC).

CAPÍTULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

QUINCUAGÉSIMA OCTAVA PARTE

Los programas o escuelas para padres se han ido desarrollando con el tiempo en muchas de las instituciones de educación primaria en nuestra región, tanto a nivel oficial como privado. Ello ha sucedido especialmente a nivel de la educación primaria, en esa población infantil que abarca desde los 6-7 años hasta los 12-13, que coincide con la llegada de la pubertad, y el cambio a la escuela secundaria. Aunque no tengo idea del tipo de registros que se lleven en dichas instituciones, sería verdaderamente interesante conocer los contenidos de sus programas, el tipo de material con el que trabajan, la forma en que están funcionando, la afluencia de padres, el tiempo que tienen ya de trabajar y finalmente los resultados que han observado a lo largo de ese tiempo, sobre todo cuando han encontrado algún método para valorarlos. Sin duda alguna, existe una enorme cantidad de información que se puede compartir con los padres a lo largo de este fundamental período del desarrollo, en el que los niños pasan en ocasiones una mayor parte de su tiempo en las escuelas más que en el hogar, y en el que naturalmente el apoyo para los padres es indispensable.

Idealmente, tales cursos deberían estar organizados y presentados no sólo por los maestros, sino también por otro tipo de profesionistas tales como psicólogos, pediatras, enfermeras pediátricas, neurólogos, psiquiatras infantiles y otros tipos de terapeutas que en forma conjunta pudieran colaborar, parecido a ese modelo de grupos multimodales a los que se refería el Dr. Minde en su ponencia. Naturalmente que sería de gran importancia, la participación de los padres no sólo con su presencia, sus dudas y cuestionamientos, sino también mediante la posibilidad de expresar sus propias experiencias en la práctica de la educación de sus hijos, las dificultades más comunes a las que se enfrentan y los diversos métodos de solución que han desarrollado para su manejo. En esa forma, estos cursos o escuelas para padres se convertirían entonces en grupos de discusión compartida, en los que todos podrían aportar elementos valiosos de sus propias experiencias y conocimientos. Esta etapa de la vida tanto de los niños como para los padres, presenta diferentes tipos de retos y tareas en la educación y el trabajo con los hijos. El tener algún tipo de guía, de apoyo o de grupo como los mencionados anteriormente, en el que se puedan compartir las preguntas, las dudas y las inquietudes por las que todos los padres pasamos durante dicho período, representa definitivamente un elemento de enorme valor en nuestra educación, en nuestro beneficio y naturalmente en el de nuestros hijos.

La siguiente etapa en el desarrollo de los hijos, viene definitivamente a representar una de las etapas más difíciles de la vida y uno de los mayores retos que los padres enfrentamos tarde o temprano en la educación de nuestros hijos. Precisamente la llegada de la pubertad, con todos los cambios físicos y psicológicos que ello significa, tanto para las muchachitas como para los muchachitos, se llega a convertir con mucha frecuencia en un período de crisis, no sólo en la vida de los adolescentes, pero también en la de sus padres. A pesar de que tendemos a valernos de los conocimientos y los métodos que nuestros padres emplearon en nuestra propia educación, la realidad es que vivimos en una época muy diferente a la anterior generación, en la que en la mayoría de las veces, tales métodos no llegan a funcionar del todo.

De los 12-13 años hasta los 16, 17 ó 18, la vida puede llegar a convertirse en un torbellino sumamente intenso e interminable, que como padres nos puede producir sentimientos de confusión, desamparo, frustración, desesperación, desilusión, enojo e impotencia al percibir que los hijos, al dejar atrás la infancia, tienden a emanciparse, a salir de nuestros controles y estar expuestos a otro tipo de influencias ambientales que los atraen y los alejan del hogar. El encuentro de los adolescentes con ese mundo novedoso, colorido y tan lleno de estímulos de todo tipo, que se extiende ante ellos floreciente y seductor, a través de nuevos lenguajes y costumbres, traducidos a su vez en modas que se reflejan lo mismo desde las pantallas del televisor, que en las atractivas imágenes de formas y colores con mensajes provocativos que avanzan desde las páginas del Internet o igualmente en las publicaciones de moda, o en los rostros mismos de los compañeros de generación, que les lleva casi a formar una segunda familia fuera del hogar. Una familia en la que para bien o para mal, se llevará a cabo un nuevo proceso educativo que puede tener similitudes con el que se recibió anteriormente, o por el contrario, puede ser radicalmente opuesto. De una u otra forma, ese proceso de educación extramuros por así llamarlo, producto del ambiente y de la cultura que estamos viviendo, que no pertenece a la familia, ni a la instrucción académica, también dejará huellas importantes en el proceso de desarrollo del o la adolescente y de su personalidad en formación.

En esos importantísimos momentos de cambios tan significativos y radicales, que no sólo están aconteciendo en los adolescentes, sino también en sus padres que paralelamente enfrentan una nueva etapa en su vida y en su propio proceso de desarrollo, se necesitan definitivamente esos grupos o escuelas para padres. En muchas ocasiones he oído los comentarios de padres con hijos adolescentes que piensan que deben estar muy presentes cuando los hijos son niños, pero una vez que llegan a esta etapa de la adolescencia, ya pueden dejarlos volar por sí mismos para que aprendan a valerse por sí solos. Aunque en cierto modo tienen razón, al pensar que el objetivo de la educación es que paulatinamente debemos ayudar a los hijos a que se valgan por sí mismos, no me parece de ninguna manera que la llegada a la pubertad sea precisamente el momento ideal que marque esa despedida y separación, ni aún siquiera en algunas de las tribus más primitivas de nuestro planeta. Parte de la delicada función de nosotros como padres debería ser el estar presentes y acompañar a nuestros hijos tanto como sea posible y lo necesiten, durante ese crítico período de cambio en que se ha convertido la adolescencia. Al mismo tiempo, nosotros como padres igualmente necesitamos una luz, una brújula, algún tipo de guía que nos ayude a recordar mejor ese camino que ya recorrimos hace pocos o muchos años, para que con esas bases podamos conocer y comprender mejor el camino que ahora están recorriendo nuestros adolescentes. Es ahí precisamente, donde las escuelas para padres a este nivel, podrían llenar tales necesidades (Continuará).

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