(Vigésima Segunda Parte)
El problema de este abrumador material informativo y electrónico, tan profuso en imágenes explícitas y extremadamente realistas, tanto de los medios de comunicación, como de los ?juegos? mencionados, es que sus efectos serán diferentes para cada niño, niña o adolescente que lo capte. Mientras muchos sujetos de estas edades tienen la capacidad de tomarlo como afición (aunque eso tampoco esté del todo comprobado), para reírse de ellos utilizarlos, disfrutarlos (si es que podemos usar ese verbo), obsesionarse con ellos por una temporada a expensas de otras actividades o juegos más sanos, para luego desdeñarlos abandonarlos, romper la atadura y seguir adelante con su desarrollo dirigido hacia otros quehaceres, no sucede lo mismo en todos los niños. Hay aquellos individuos vulnerables que poseen las características ya tanto mencionadas, y que por el contrario, se quedan ?clavados? (como ellos mismos lo expresan), es decir, que se obsesionan con estas experiencias. Ellos las hacen propias, las internalizan como si fueran reales y las adaptan a sus propias circunstancias de tal forma que se convierten entonces en verdaderas experiencias traumáticas que son experimentadas como reales y verídicas. Estos sujetos tienen dificultad para separar tales aventuras ficticias de la realidad, puesto que su estructura psíquica no tiene bases muy sólidas y fuertes, y sus fronteras con el ambiente y con otras personas son sumamente permeables. El resultado, es que tales experiencias los invadan y tiendan a influir en ellos perjudicialmente, como los primeros gérmenes de lo que a la larga, sea a corto o largo plazo, podrá convertirse en algún trastorno de ansiedad.
Hay dos tipos principales de trastornos de ansiedad en los niños: quizás el más común es el de la angustia por separación, seguido por el trastorno de ansiedad generalizada. Como síntomas característicos del primero, la ansiedad aparece cada vez que la madre o la persona que ha tomado el rol de madre sustituta se separa del bebé o del niño o niña y lo deja solo o sola. El nivel de ansiedad puede ser tan intenso, que el sujeto irrumpa en un llanto sin tregua, que inclusive puede durar por horas, al sentirse abandonado y solo, sin que nadie lo llegue a consolar. La relación de la madre-bebé durante los primeros meses y años de vida es tan dependiente, poderosa y básica para la supervivencia, que la posibilidad de un rompimiento de la misma sea por un tipo de separación temporal, prolongada o total e indefinida, puede traer consecuencias importantes en la formación de la estructura psíquica del bebé.
Tenemos que tomar en cuenta, que dentro de esta relación se lleva a cabo ese doble proceso que se ha mantenido anteriormente de alimentación física y alimentación psicológica. Tal proceso es indispensable para la supervivencia de la criatura, algo que no siempre es comprendido por las madres o los padres, cuando necesitan dejar a sus hijos en manos de otras personas durante esa primera y temprana etapa de la vida. En muchas de las ocasiones se llega a justificar por la creencia de que como están tan pequeños, no sienten la ausencia de la madre, porque todavía no tienen sentimientos ni piensan o se dan cuenta de lo que sucede a su alrededor. Nada puede ser más alejado de la realidad, puesto que se debe considerar que desde el embarazo, el o la bebé han desarrollado un vínculo muy importante con la madre, que se va a prolongar aún después del parto y se mantendrá así en los siguientes años de la infancia. Opuesto a lo que muchas personas piensan, a pesar de que aún no tenemos una idea clara de cómo funciona la mente de los bebés en ese primer año de vida, si sabemos que son capaces de percibir a través de sus sentidos, la imagen y la relación emocional que mantienen con su madre, así como la presencia constante de ésta o igualmente su ausencia y las consecuentes repercusiones emocionales.
Los efectos de la separación prolongada de las madres con sus bebés han sido estudiados desde hace muchos años; desde los primeros proyectos de Spitz, un analista suizo que se dedicó a estudiar a los bebés abandonados en orfanatorios y hospicios de diferentes países, incluyendo a México, hasta los estudios más recientes de Bowlby, un pediatra y psiquiatra inglés. Los estudios de este último en los animales, lo llevaron a desarrollar su teoría del apego, tan en boga en nuestra época. Basado en sus observaciones en los animales, él habla del tipo de vínculos que los seres humanos desarrollamos desde la más temprana infancia iniciándose con la relación con la madre y el padre. A través de la vida, ese tipo de vínculos aprendidos a edad tan temprana, nos servirán posteriormente como modelos para otras relaciones e interacciones humanas que se seguirán dando a lo largo de la existencia, inclusive hasta llegar a la vejez.
El otro trastorno que es común en la infancia, es el trastorno de ansiedad generalizadas que igualmente puede aparecer durante la adolescencia o mismo en la etapa adulta. Más que relacionarse con la separación entre la madre y el niño o la niña, este trastorno tiene que ver precisamente con la formación de esa estructura psíquica que no tiene sus bases lo suficientemente fuertes, y por lo mismo presenta una gran permeabilidad de las fronteras del yo, que le impiden protegerse de manera apropiada de los estímulos estresantes y nocivos que vienen del exterior, sea del ambiente mismo, pero también de otras personas. Como resultado, estos individuos se encuentran en una situación de gran vulnerabilidad ante el bombardeo de tales estímulos, que los invaden fácilmente y por lo mismo, les producen un alto y constante nivel de ansiedad en todo momento y bajo casi todo tipo de situaciones. Ello representa un estado ansioso continuo asociado a un sufrimiento constante, lo que además los bloquea emocional e intelectualmente, y difícilmente les permite disfrutar cualquier experiencia en las diferentes etapas de su vida. (Continuará).