(Vigésima tercera parte)
Los niños, adolescentes o adultos con tal trastorno se convierten en los clásicos individuos ?preocupones?, es decir, el tipo de personas sumamente aprehensivas que hacen honor al popular apodo. Son individuos que se preocupan constantemente no sólo de lo que está sucediendo en ese momento, sino de lo que ya sucedió en el pasado e igualmente de lo que pudiera ocurrir en el futuro. Su mente entonces, está constantemente ocupada y obsesionada por toda clase de preocupaciones que los abruman sin tregua y llenan su existencia por completo. Llegan al grado de aparecer como niños o niñas demasiado inseguros, indecisos llenos de dudas y preocupaciones, de modo que nunca pueden estar conformes o satisfechos de lo que piensan, dicen o hacen, porque siempre les preocupa si fue lo correcto o no, y lo que pensarán de ellos o ellas, o si habrán presentado la imagen adecuada. A pesar de su corta edad, su vida entera se convierte en una preocupación constante o una pesadilla de preocupaciones. A veces logran externarlas con mayor o menor facilidad, pero en otras ocasiones las guardan celosamente sólo para ellos, y las sufren con su encerramiento.
Tales preocupaciones se relacionan con una gran variedad de temas, algunos que provienen precisamente de los medios de difusión, de lo que son testigos en noticieros, reportajes, telenovelas, etc., o de lo que observan y escuchan en casa, en la escuela, en la iglesia (la forma estricta y culpígena en que son llevadas ciertas religiones) o en la calle. Por lo general, se trata de fragmentos o frases vagas y comentarios de alguna conversación real, pero el estilo y la forma de organizar y acomodar los pensamientos en su mente arregla e integra tales fragmentos y comentarios, a lo que se añade ciertas pinceladas emotivas intensas, al grado que termina por convertirlos en verdaderos dramas o tragedias que están sucediendo o que pueden acontecer en cualquier momento. Es así, como se llegan a imaginar que sus padres o familiares pueden estar muy enfermos o a punto de morir, que ellos mismos padecen cáncer, SIDA, o alguna enfermedad incurable, como la última que padecía algún personaje de una telenovela o de los comentarios escuchados en un noticiero o en alguna conversación dentro del hogar o de la escuela.
La permeabilidad de las fronteras de su yo, convierte a estos niños, niñas o adolescentes e incluso adultos al crecer, en sujetos mucho muy vulnerables a los estímulos ambientales cotidianos. Es así que se ?contagian? muy fácilmente de cualquier enfermedad seria que padezca alguien en casa, u otros familiares, vecinos, amigos, compañeros de escuelas, etc., pero aún los mismos personajes de películas o telenovelas, o relatos que lean. De una manera inconsciente, se identifican profundamente con tales personas o personajes ficticios al grado de sentirse ellos mismos como el otro, lo que automáticamente les hace padecer el mismo tipo de problemas. Ello nos ayuda a explicar el porqué tales individuos sufren de todo tipo de síntomas físicos de cualquier aparato o sistema, además de los síntomas también característicos de la ansiedad, tales como taquicardia, dificultad para respirar, mareos, cefaleas, náusea, vómitos, temblores, sudoración profusa, etc.
En otro simposio sobre ?Trastornos de ansiedad: fuentes, señales y soluciones?, en el que participó la Dra. Christine Heim, doctora en Psicología y profesor asistente del Departamento de Psiquiatría de la Escuela de Medicina de la Universidad Emory en Atlanta, ya mencionada anteriormente, ella se enfocó hacia las posibles fuentes de estrés en la vida de los niños. Esta investigadora señaló la existencia de una correlación entre el genoma, el proceso del desarrollo del niño y las diversas experiencias traumáticas que pudiera sufrir como parte del ambiente en el que habite. La exposición continua a los diversos estímulos estresantes, así como el abuso físico o sexual o el descuido durante esos primeros años de la vida, predicen la posibilidad de que se lleguen a presentar ciertos tipos de trastornos de ansiedad a corto o largo plazo tanto en los niños como en las niñas, incluso posteriormente durante su adolescencia o etapa de adultos.
Se han estudiado por ejemplo, los efectos neuroendocrinos y de conducta que se pueden presentar en ratones que han sido separados de sus madres a edad muy temprana. En ellos se ha encontrado una mayor respuesta endocrina al estrés, así como una mayor frecuencia de conductas de características ansiosas del tipo de la anhedonia (o sea la disminución en la capacidad para disfrutar de las experiencias en general; algo que sucede en forma característica en la depresión), aumento en la sensibilidad al dolor, preferencia por el alcohol, disfunciones de tipo cognoscitivo y distorsiones en sus conductas sociales. Estas respuestas han sido correlacionadas a su vez, con ciertos cambios de tipo neurofisiológico que ocurren a nivel del cerebro, en áreas como el hipocampo y la corteza prefrontal, inducidos a su vez como parte del metabolismo de varios neurotransmisores.
Es además interesante, cómo se ha buscado investigar la influencia que tiene el estrés los bebés que se están formando durante el embarazo. Cuando se ha entrevistado a diversas madres que padecen trastornos de ansiedad, o que estuvieron expuestas durante el embarazo a ciertas experiencias traumáticas, ya fuera por problemas en su relación marital, como en su ambiente familiar en general, muchas de ellas notaron que sus bebés también parecían haber presentado señales de ansiedad después del parto, fuera como recién nacidos, en años posteriores, o incluso durante el embarazo. Con esta información proveniente de mujeres con problemas como los mencionados anteriormente, parece que sería no sólo adecuado, sino incluso necesario y hasta tal vez imperativo, que ellas llevaran un cierto grado de control prenatal y postnatal, no sólo en manos de su obstetra, como es lo rutinario y aconsejable, sino también por una psicóloga o psicólogo especializado en tales áreas. Ello naturalmente, ayudaría a manejar y trabajar con los diversos factores estresantes, para disminuir el nivel de ansiedad presente tanto en la madre, como en el o la bebé. Un seguimiento clínico de tal naturaleza, el cual aún no se acostumbra de forma rutinaria en nuestro país desgraciadamente, sería de gran utilidad para ayudar a la madre ansiosa o con trastorno de ansiedad durante el proceso, así como para prevenir ese nivel de ansiedad y sus consecuencias a corto o largo plazo en el o la bebé que se están formando. (Continuará).