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Nuestra Salud Mental / Puentes a cruzar en San Francisco

Dr. Víctor Albores García

(Vigésima Séptima Parte)

En las últimas décadas, experiencias como éstas han salido a la luz pública en diferentes países e instituciones no sólo religiosas, sino también educativas o de cualquier otro tipo en las que se cuidan niños o adolescentes. Aún a pesar de la complejidad, los obstáculos, los cuestionamientos, la valentía, el dolor y demás sentimientos que implica sacarlas a la luz para todos los que se han visto involucrados en ellas, es importante detectarlas. El objetivo no es realmente determinar víctimas y culpable, para señalar castigos y penalidades dentro del marco legal, que especialmente en nuestro país se puede perder tan fácilmente el camino en discusiones y papeleo interminable, tortuoso y a la larga sin ninguna validez. Es más bien importante comprender realmente el significado de este tipo de experiencias y el ambiente en el que suceden, detectar los problemas emocionales que permanecerán como secuela en los niños y adolescentes afectados, para orientarlos a ellos y a sus padres hacia un tipo de terapia adecuada, de modo que su desarrollo emocional se vea lo menos afectado posible.

Igualmente importante, es el hecho de detectar el tipo de problemas emocionales que sufren aquellos sujetos que lo llevaron a cabo, puesto que ellos mismos pudieron haber sido víctimas en su pasado de experiencias semejantes que buscan repetir en otros consciente e inconscientemente, en la misma forma en que ellos fueron alguna vez abusados. Se trata definitivamente de individuos que han sufrido y siguen sufriendo tales consecuencias a largo plazo, porque seguramente nunca se atrevieron a conectarse consigo mismos, con su sufrimiento y con el peso que ha representado cargar con ello toda su vida. Por lo mismo se puede suponer que en parte por los sentimientos que les provocan, así como por su estilo de vida tan sui géneris y naturalmente, por la posición de autoridad que ostentan, tampoco les ha sido fácil acercarse a algún profesionista para recibir el tratamiento psicológico o psiquiátrico adecuado. Dicho tratamiento es también de suma importancia para ellos puesto que lo necesitan, no obstante el puesto y la jerarquía a la que pertenezcan.

En países sumamente católicos como Irlanda, este tipo de temas se han puesto al descubierto en los últimos años, lo que ha determinado una crisis importante para la iglesia, por los consecuentes planteamientos y cuestionamientos implícitos en ello. ¿Sucederá acaso lo mismo en los demás países católicos del mundo, tomando en cuenta naturalmente todos los que son latinoamericanos, México incluido? Es difícil decirlo, porque no hay estudios semejantes publicados en nuestro país, ni aparentemente en las naciones hermanas. Quizás este sistema de corte colonial bajo el cual nos seguimos rigiendo en todo el continente, parte de nuestra herencia española y por lo mismo no nos permite aún liberarnos de ciertas creencias y ritos que nos han anclado por ya más de quinientos años. El tema no es fácil puesto que no sólo tiene que ver con la religión, sino también con los conceptos erróneos de masculinidad que tenemos bajo el rubro del machismo, los cuales difícilmente le permitirían a un hombre enfrentar cara a cara y aceptar que haya sucedido semejante experiencia. El resultado, es que al igual que muchos de estos individuos del estudio de las Dras. Ponton y Goldstein, el secreto se guarde a través de los años entre el silencio y el sufrimiento emocional interno, mientras afecta la sexualidad y el desarrollo en general de cada uno.

Parece que todavía se encuentra en cartelera en la actualidad, un filme que retrata en un estilo muy confrontador y realista este tipo de experiencias. ?Río Místico? nos presenta las turbulencias de un trastorno de estrés postraumático, posterior a la experiencia de un niño en edad de la latencia que fue secuestrado por dos adultos disfrazados de detective y de sacerdote respectivamente, para usarlo sexualmente durante varios días, hasta el momento en que logra escapar de sus victimarios. Magistralmente, el director nos lleva desde esta dramática experiencia durante la infancia de uno de los tres amigos y protagonistas principales en el pasado, hasta los momentos presentes. En ese trayecto comprobamos el hecho de que tal experiencia nunca se olvidó ni se desvaneció del todo, sino que lo ha continuado a perseguir y atormentar a lo largo de la vida, salpicando e invadiendo las muy diferentes áreas de su existencia, tanto en su trabajo, como en su vida familiar, en la relación con su esposa y su hijo. Esos demonios internos, como le llaman en la película, jamás lo han abandonado y forman parte de él mismo y de su existir cotidiano, por medio de las imágenes continuas y ?flashbacks? que surgen interminables en su mente, sin dejarlo vivir o desarrollarse plenamente.

?Río Místico? no sólo nos transmite el dolor y el tormento en el que vive este hombre, sino también la relación que a través de los años los mantuvo encadenados a los tres amigos de la infancia, al haber compartido semejante experiencia. A pesar de que los otros dos no fueron secuestrados, sino que permanecieron ahí frente al auto, como testigos mudos y pasivos ante el rapto de su mejor amigo, los sentimientos compartidos y especialmente la culpa, los mantienen unidos entre sí a través de los años, como un intenso amarre del inconsciente. Así lo comprobamos con las dramáticas experiencias en las que se ven involucrados como adultos hacia la segunda parte del filme.

?Río Místico? no es solamente una película más que podría llenar la nota roja de los periódicos o los noticieros de radio y televisivos, sino que representa a niveles más profundos, lo doloroso, impactante y terrible que son tales experiencias para quienes hayan sido sus víctimas. Hombres o mujeres, que como niños o adolescentes las experimentaron, pero que continúan a sufrirlas a lo largo de sus vidas, la mayor parte del tiempo en el silencio, como un secreto vergonzoso que se debe esconder y que por lo mismo los aísla y aleja de la mínima posibilidad de apoyo, comprensión o ayuda profesional. Ojalá que todos estos individuos pudieran salir de ese encierro y oscuridad que les atormenta, para darse la oportunidad de ayudarse a sí mismos buscando el tratamiento adecuado. La realidad nos regresa una vez más a la pregunta inicial de esta columna: ¿A quiénes podemos confiar a nuestros hijos, niños, niñas o adolescentes respecto a todo tipo de servicios y cuidados. ¿Quiénes son los adultos confiables? (Continuará).

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