Trigésima Primera Parte
En nuestra época, existen personas que consumen listas interminables de medicamentos, algunos de los cuales tienen el mismo objetivo, pero llevan la marca de diferentes compañías farmacéuticas. A la larga, muchas de estas personas llegan a presentar ciertos síntomas de intoxicación por el uso de tales fármacos, al grado que después de un tiempo es difícil diferenciar los síntomas de su o sus enfermedades, de los efectos secundarios de sus medicamentos. Tal situación se llega a convertir en muchos casos en un complejísimo dilema diagnóstico, casi como una madeja muy difícil de desenredar, resolver y tratar. En esos casos, uno se pregunta una vez más, hasta qué punto es necesario utilizar tantos medicamentos; ¿se debe realmente a las necesidades terapéuticas de un programa para el paciente? ¿Se trata más bien de llenar las necesidades de seguridad de médicos que no han estudiado en forma detallada a sus pacientes o tienen muchas dudas y dificultades para abordarlos? ¿O quizás es un resultado de las necesidades y presiones que estas enormes y monopolizadoras industrias químicas llegan a ejercer sobre nosotros, para que utilicemos sus productos, en un mercado internacional que se vuelve cada vez más competido y en el que ellas luchan por sobrevivir?
Me parece que ésta es verdaderamente una de las razones principales para asistir a congresos como el de la Asociación Psiquiátrica en San Francisco y que trato de reportar y comentar en esta columna. A través de congresos de tal naturaleza, específicos para cada especialidad médica, uno se puede enterar de estudios científicos de mayor seriedad, no sólo del tipo epidemiológico para conocer la incidencia de las enfermedades, sino también para saber el surgimiento de estos nuevos medicamentos, la seriedad de los estudios en los que se ha basado su uso, así como los resultados de los mismos en diferentes países. En esa forma, cada uno de nosotros como médicos, podemos formar un criterio respecto a la posibilidad de utilizarlos en nuestros pacientes, una vez que estemos más seguros de la forma en que están operando en otros sitios, bajo la dirección de equipos médicos serios y más experimentados en su uso, que nos lleguen a demostrar la eficacia y seguridad de los mismos.
Si consideramos que el uso múltiple e indiscriminado de psicofármacos en los pacientes adultos conlleva a esa serie de riesgos, tenemos entonces que reflexionar obviamente sobre lo que sucederá cuando los usamos en la misma forma en niños y en adolescentes. Debemos tomar en cuenta que se trata de seres más frágiles y vulnerables, que se encuentran en una etapa de desarrollo y formación más delicada, en la que por lo mismo, debemos cuidar con mayor minuciosidad el uso de los medicamentos, así como las ventajas de los mismos con respecto a sus efectos secundarios. Definitivamente en ellos, debemos ser todavía más estrictos en nuestros criterios de uso, dosificación y monitoreo cercano de los resultados. Si en los adultos, lo ideal es encontrar la dosis específica y personal para cada sujeto, debido a su sensibilidad intrínseca para reaccionar a estas sustancias, en los niños y los adolescentes, esa regla tiene que ser todavía más estricta. Desgraciadamente, ello no sucede con frecuencia y las dosis se tienden a generalizar para todos los pacientes siguiendo un estilo muy a la ligera, basado más en la publicidad que en el paciente mismo.
Generalmente, de acuerdo a los estudios mediante los cuales ha sido investigado cada psicofármaco por los equipos médicos de las compañías farmacéuticas, se indican dosis determinadas que se consideran como las ideales para el funcionamiento adecuado de esta sustancia. Es así como los panfletos de publicidad de cada laboratorio sugieren las dosis específicas para su uso, de acuerdo naturalmente a los resultados de tales estudios. Sin embargo, ello no necesariamente nos indica que sea la dosis específica para el determinado paciente que tenemos frente a nosotros, con una sensibilidad específica a los medicamentos. Es así precisamente la razón por la cual, una valoración clínica completa y adecuada, nos permitirá conocer mejor a dicho paciente, para determinar no sólo el tipo de fármaco de elección, sino la dosis que irá de acuerdo a su idiosincrasia. Utilizar el medicamento que consideramos de elección, a una dosis inicial de prueba, que a la vez podamos seguir mediante un monitoreo minucioso de sus resultados, para decidir el mantenerla así, reducirla o aumentarla, será también el método ideal para conocer los efectos positivos, así como los adversos en nuestros pacientes. En esa forma podremos conocer realmente su utilidad, así como la dosis ideal a la que debemos usarlo, o si definitivamente, nos debemos abstener de hacerlo y más bien retirarlo, para buscar otro más adecuado y de mayor eficacia.
Hay que tomar en consideración, que una gran mayoría de los estudios en los que se basan las compañías farmacéuticas para lanzar sus productos, se llevan a cabo en Estados Unidos, o en otros países y culturas diferentes a la nuestra. Extrapolar los resultados de tales estudios directamente a la población mexicana (suponiendo que al hablar de población mexicana, nos estamos refiriendo a una población homogénea, lo cual definitivamente es un mito, puesto que sabemos que esto varía notablemente a lo largo y ancho del país, con rasgos culturales sumamente diversos) para utilizar estos productos en la misma forma, es completamente erróneo. La talla, la constitución física y los rasgos biológicos del mexicano varían en forma muy notoria de los de un americano, como todos lo sabemos, no sólo en los adultos, sino todavía más en los niños y en los adolescentes, aún a pesar de que hoy en día los nuestros están mejor alimentados y desarrollados que en épocas pasadas. Por lo mismo, es ilógico pensar que podemos utilizar las mismas dosis de medicamentos en unos y otros. Es asombroso escuchar en estos congresos, el uso de dosis tan altas de diversos fármacos que recomiendan los psiquiatras americanos, aún para iniciar un tratamiento. Se trata de dosis que a mi criterio suenan demasiado exageradas y agresivas. Y sin embargo, me pongo a pensar que tal vez ello tenga que ver con esas características de talla, constitución física y rasgos biológicos que son tan contrastantes con las nuestras y que naturalmente van a definir el cómo se usan los medicamentos en cada cultura. (Continuará).