Cuadragésima Parte
Para todos aquéllos que consideran que la mente humana es sólo neurobiología, fisiología y química, moléculas, neuronas, neurotransmisores y receptores en un extremo, o para otros en el extremo opuesto, que ven la mente como formada exclusivamente de imágenes, ideas, percepciones y fantasías, investigadores como Siegel y otros tantos en el presente, vienen a estimular y a mantener una controversia, mediante la cual intentan integrar estos dos polos que son tan extremos. Se trata en general de esa tendencia actual a integrar tales conceptos sobre lo biológico, lo psicológico y lo social, pero que sea posible integrar en el verdadero sentido de la palabra. Ya no solamente como sucede de palabra en tantísimas conferencias, cursos y como parte de los textos tradicionales, que se habla de lo bio-psico-social como un concepto que se usa a diestra y siniestra, pero que en la práctica, realmente no se llega a demostrar plenamente. Me parece que en el presente se está dando como un hecho, con bases que buscan fundamentarlo en una forma más real y científica, ya no sólo como palabras y buenos deseos.
En un estilo por demás interesante, y apoyado por sus propias investigaciones en el campo de la neurofisiología, Siegel le ha añadido esta teoría del apego, así como otras corrientes de las ciencias sociales para fundamentar sus conceptos. Es así como él ha buscado correlacionar el mencionado proceso del apego y el vínculo que se forma con los hijos, con los cambios que se llevan a cabo en diversas áreas cerebrales de la corteza frontal, como un proceso que es esencial para integrar varios de estos conceptos teóricos en los que se basan los estudios de las relaciones interpersonales. Como resultado, él opina que ciertos procesos como la regulación corporal, la comunicación, la regulación de las emociones, la flexibilidad de las respuestas, la empatía o sea los aspectos cognitivo sociales, la memoria autobiográfica, la capacidad de estar en contacto con la intuición, y otras funciones semejantes se pueden integrar gracias a la acción de la corteza cerebral frontal.
En su experiencia, el Dr. Siegel ha observado que las personas que han padecido traumas emocionales serios o algún tipo de duelo importante que no han podido resolver, tienden a desconectarse con mayor frecuencia en estas áreas en determinadas ocasiones, como cuando se encuentran sujetos a mayor presión o estrés durante el trato con sus hijos. Cuando estos padres llegan a enfrentar situaciones semejantes, el Dr. Siegel les recomienda dos técnicas aparentemente sencillas, pero que realmente a la hora de la verdad no lo son tanto: La primera es la de esconder las manos o ponerlas lejos del niño o de la niña, para evitar así los golpes y las agresiones físicas. Ello equivale a la búsqueda en ese momento de una especie de ?tiempo fuera? que le serviría al padre o a la madre para enfriarse y calmarse antes de actuar impulsivamente. Posteriormente, la segunda técnica tiene que ver con un proceso autorreflexivo de parte de la madre o el padre, cuando tienen la capacidad de poder mirar y escudriñar en la profundidad de sí mismos, con la intención de concientizar y descubrir lo que representan esos traumas del pasado o ese duelo sin resolver, que suelen acompañarse de percepciones, imágenes, sentimientos y conductas que no han sido procesadas todavía. En ese sentido, se podría decir que se está hablando de una especie de rompecabezas emocional interno, cuyas piezas no han podido ser integradas del todo y aún flotan por ahí libremente, sin que por lo tanto hayan formado una imagen coherente y lógica para cada uno de estos adultos. Naturalmente que dicha falta de integración traerá consecuencias y repercusiones importantes tanto para el padre o la madre en sí mismos, como para el proceso de interacción y educación con los hijos.
A través de estos conceptos, Siegel explora y palpa ciertas áreas de las relaciones humanas que son básicas y trascendentales en nuestra época: se trata precisamente de esa relación e interacción que se da entre padres e hijos, así como del proceso educativo que surge a raíz precisamente de dicha interacción. Para todos aquéllos que hemos ejercido la paternidad o la maternidad, no es ninguna novedad definitivamente el habernos dado cuenta de lo complejo y laborioso que son ambos procesos. Posiblemente no ha sido sino hasta el pasado siglo, cuando los adultos estuvimos más conscientes de tales dificultades y nos preocupamos más por comprenderlo de una mejor forma, e inclusive nos dimos a la tarea de estudiarlo más a fondo para prepararnos en lo que hemos considerado el difícil arte de ser padres y madres. Entrar a una librería en el presente, nos da una prueba fehaciente de los que estoy comentando, cuando en sus estantes encontramos una gran cantidad de libros de todos tipos, colores, tamaños y orientaciones sobre el tema de la relación padres e hijos, o de la educación de los mismos, sean bebés, niños o adolescentes.
En el pasado, de alguna manera las abuelas y los abuelos no se complicaban tanto su vida; para ellos la maternidad y la paternidad eran procesos naturales, biológicos y consecuencias comunes y espontáneas del matrimonio y apareamiento de un hombre y una mujer. Tener hijos ni siquiera era una decisión propia de la que debían preocuparse, ni tampoco les quitaba el sueño si los querían o no tener, ni planear el número de ellos. Se trataba de decisiones que se las dejaban a Dios o a la naturaleza, y por lo mismo no había mucho más que añadir al respecto. Se recibían a los hijos uno tras otro ?hasta que Dios quisiera?, porque al fin ?donde come uno, comen muchos? y posiblemente se pensaba lo mismo respecto a la educación, además de cómo con frecuencia lo he escuchado en las familias numerosas, los mayores se encargaban de la educación de los siguientes. Los roles estaban sólidamente estereotipados, con una madre ama de casa que se encargaba a todo volumen de su territorio, es decir, casa e hijos; y con un padre que salía a trabajar y era el proveedor económico y en muchos de los casos el encargado de disciplinar a la prole, lo cual inclusive podía incluir a la esposa. (Continuará).