(Cuadragésima octava parte)
Puentes a cruzar
en San Francisco
El señalar ese paralelo entre el cuerpo humano y la familia como un cuerpo social, quizás pueda facilitar entonces la comprensión del porqué se requiere de la presencia y participación de ambos padres en el proceso de una evaluación psiquiátrica o psicológica de pacientes en estas etapas de la vida. Sin embargo, y desgraciadamente, el nivel cultural y de información que existe todavía sobre la salud mental en México, no se encuentra a la par que aquél que tenemos sobre la educación médica en general. A pesar de encontrarnos en el inicio del Siglo XXI, aún permanecemos atados a muchos de los mitos y los tabúes provenientes de la antigüedad, que tienen que ver con una serie de fantasías y mentiras que giran alrededor de las imágenes de los psiquiatras y los psicólogos, y la supuesta ?locura? de sus pacientes. Las numerosas inquietudes, sospechas y temores al respecto, hacen difícil comprender bien a bien los diferentes conceptos relacionados con el área de la salud mental, así como el trabajo que desempeñamos quienes pertenecemos a dicha área. A ella pertenecemos no sólo los psicólogos y los psiquiatras, sino también las trabajadoras sociales y las enfermeras psiquiátricas (no muy comunes en esta región), los psicopedagogos, así como aquellos especialistas en diversas y muy importantes áreas del desarrollo en el ser humano, tales como los aspectos preceptuales, el lenguaje, la motricidad, el aprendizaje, etc., etc.
El entrenamiento para trabajar con niños y adolescentes, aunque sea difícil de creer, está considerado como un entrenamiento mucho más complejo y laborioso que el que se necesita para trabajar con adultos. La dificultad para creerlo refleja posiblemente las falsas ideas y distorsiones que tenemos sobre los niños, su desarrollo y sus necesidades reales. El hecho de que en nuestra cultura tendemos a minimizarlos como ?enanos?, ?mocosos? y otros motes semejantes, reflejan precisamente esa forma de verlos. En el otro extremo y por el contrario, los tendemos a ver con gran ternura y hasta compasión. De todos modos, ambas perspectivas determinan el hecho de que con bastante frecuencia se crea que trabajar con ellos, es una labor sumamente fácil y sin complicaciones, que sólo requiere de amor y simpatía. Ello ha traído como consecuencia, el que muchos profesionales en el área de la salud mental, se sientan atraídos a trabajar con los niños aún sin tener el entrenamiento adecuado. Sumamente entusiasmados por su atracción hacia los niños y su deseo de ayudarlos y ?salvarlos?, se lanzan a esa cruzada, pero sin tener ni los conocimientos, la práctica o la supervisión adecuada.
Las numerosas escuelas de psicología que existen en la actualidad en nuestra comarca, al igual que sucede con muchas otras escuelas profesionales, promueven una formación general del psicólogo o psicóloga. Ello quiere decir que cada uno de ellos puede tener una mayor o menor preparación en las diversas áreas que abarca su carrera. Sin embargo, al igual que sucede en cualquiera de las otras carreras universitarias, cuando un graduado desea ampliar sus conocimientos y experiencia, y quiere profundizar y tener un mejor entrenamiento en algunas de esas áreas que revisó en forma general durante la licenciatura, debe recurrir entonces a los estudios de postgrado, a una maestría específica que le dé una preparación más completa. Me parece que en el presente, ninguna de estas escuelas ha logrado desarrollar un programa de entrenamiento semejante para trabajar con niños y con adolescentes.
Hay que tomar en cuenta que un programa de esta naturaleza, generalmente requiere de dos a tres años de estudio, que consiste primeramente en el aspecto de preparación teórica a base de diversas materias relacionadas con el proceso de desarrollo en el niño y el adolescente, así como en su familia, los métodos de diagnóstico que se utilizan para efectuar una valoración del paciente, la psicopatología o sea los diversos tipos de trastornos emocionales que se presentan en esa etapa, y además el estudio de los diferentes métodos de tratamiento que se conocen en la actualidad. Al mismo tiempo, cada estudiante debe llevar un cierto número mínimo de pacientes o sea de casos clínicos, que tiene que ver bajo la supervisión de uno o varios especialistas, que funjan como maestros y asesores de ese programa. Finalmente y como parte importante, el alumno debe llevar paralelamente un proceso de terapia para sí mismo, el cual le ayuda a conocerse mejor como persona y naturalmente como terapeuta, tanto en cuanto a sus capacidades, como sus limitaciones. Desgraciadamente, hasta el momento, no ha sido posible organizar un programa de esa naturaleza en ninguna de las escuelas de Psicología que existen en La Laguna.
Las razones son numerosas y muy variadas, en primer lugar lo costoso que son los programas de postgrado o maestría, debido a los recursos necesarios para echarlas a andar. Se requiere inicialmente de una clínica o de un sitio de consulta especializado para niños y adolescentes, equipado con los consultorios y los materiales de juego necesarios. Pero en seguida, es de suma importancia, el poder contar con un equipo humano especializado, que haya sido entrenado en programas específicos como el que se mencionó arriba, para que puedan funcionar como maestros y supervisores clínicos a la vez. Desgraciadamente en nuestra comarca, se pueden contar con los dedos de una mano las personas que en verdad y oficialmente hemos llevado a cabo ese tipo de entrenamiento en otras ciudades o países y que podríamos funcionar como maestros y asesores, para compartir nuestros conocimientos respecto a valorar, diagnosticar, tratar y trabajar con niños y sus familias. Eso significa que para abrir una maestría de esta naturaleza, se tendría que buscar en otras ciudades, personas con tal entusiasmo que aceptaran trabajar durante los fines de semana, como sucede con muchos otros cursos que se dan en nuestra región. Automáticamente como consecuencia, ello aumentaría los costos de tal programa.
Debido a esas constantes crisis económica por la que atravesamos desde hace tantos años, tampoco es fácil que los recién egresados de estas escuelas tengan los recursos económicos para pagar una maestría de ese tipo. Los que tienen el dinero y la facilidad para salir de la región, se van a especializar a otras ciudades que sí cuentan con tales programas, como Monterrey, el D.F. o Guadalajara y quizás otras. Uno que otro ha regresado a trabajar en nuestra comarca, pero los más de ellos encuentran mejores puestos y condiciones de trabajo en la ciudad en la que estudiaron y permanecen en ella, de manera que ya no vuelven.
(Continuará).