La voz del pueblo es la voz del Dios.
Independientemente de las cuentas alegres del Gobierno Federal, de las posturas de tal o cual político y de los informes y diagnósticos de los funcionarios, de cualquier nivel y signo partidista, los ciudadanos consideran que el problema de la corrupción sigue ganando espacios.
Lejos de avalar el “cambio” en ésta tan mexicanísima materia, los ciudadanos perciben incluso, un aumento en la corrupción y para rematar el cuadro, consideran a los políticos y a los policías como los mexicanos más corruptos.
La encuesta sobre el particular –la tercera realizada por un importante grupo editorial mexicano- confirma el nivel de desencanto de los mexicanos en general respecto al desempeño de nuestra actual clase política y lanza a la vez un duro reclamo al Gobierno Federal, en el sentido de que no ha hecho lo suficiente, como para que los ciudadanos perciban algún cambio respecto a los niveles de honestidad, transparencia y apego a los referentes legales en el quehacer de políticos y funcionarios.
Hace años, al inicio de los 80 para mayor precisión, un consultor sueco, luego de recorrer el país, tomarle el pulso y realizar las entrevistas que fueron necesarias, concluyó que el gran problema de México era que se había convertido en una macroestructura que se alimentaba y a la vez generaba corrupción.
Parece que las cosas poco han cambiado, según lo entienden los ciudadanos.
