Faltan 18 días para que 2004 termine; año sin duda marcado, en la política nacional, por el escándalo, el golpeteo, el juego sucio, el destape de pre candidatos y la falta de consensos.
Las que para fines del año pasado se perfilaban como las grandes asignaturas pendientes (Reforma Fiscal, Energética, Laboral y de Estado) quedaron en segundo término al ceder su lugar al enfrentamiento estéril entre fracciones al interior del Congreso de la Unión, entre partidos y dentro de ellos y entre funcionarios de distintos niveles de Gobierno.
2004 trajo sobre su espalda un fenómeno llamado “videoescándalos” que vino a herir las entrañas del Gobierno perredista del Distrito Federal encabezado por Andrés Manuel López Obrador al mostrar los actos de corrupción de funcionarios clave de la administración. El caso motivó incluso la peor crisis diplomática entre México y Cuba.
Las renuncias en el gabinete del presidente Vicente Fox continuaron en este año que agoniza, siendo las más relevantes la del vocero del Ejecutivo y la del director de Pemex. El protagonismo de la primera dama y las críticas al mismo, ensombrecieron por momentos la investidura del primer mandatario.
A lo largo de estos 12 meses, el conflicto entre el Gobierno Federal y la Jefatura del DF se ha agudizado a tal grado que prácticamente cualquier acción u omisión de ambas partes, implica disputa de tintes políticos. Sirvan de ejemplo los casos del paraje El Encino, artículo 122 y Tláhuac.
También en el Congreso de la Unión ha imperado el desencuentro y la ausencia total de acuerdos trascendentes. Lo que en 2003 se vislumbraba como una leve esperanza en la actual Legislatura, se ha ido desdibujando para convertirse en desesperación por los nulos avances.
Por si fuera poco, la inédita premura de la carrera presidencial hacia 2006 ha venido a enrarecer aún más el ambiente, y las pugnas dentro de los partidos por el apoyo a tal o cual de los innumerables aspirantes, han comenzado a acaparar los titulares de noticiarios y las planas de los periódicos.
Frente a este escenario de discusiones paupérrimas, debates vacuos, proliferación de precandidaturas de bajo perfil, dimes y diretes infructuosos, falta de consensos y golpes bajos, el escepticismo de los ciudadanos se incrementa al igual que el cansancio. Parece que los mismos que, en teoría, debieran ayudar a construir las bases del desarrollo de la República, son los encargados de destruirlas con su poca voluntad de escucha y respuesta a las demandas de la sociedad mexicana y a su enorme capacidad de atención a sus propios intereses o de grupo.
La gran pregunta que ahora surge es qué le depara al país, en términos políticos, para 2005, a sabiendas de que es éste la antesala al año electoral. Si el famoso comediógrafo ateniense del siglo V a. C., Aristófanes, viviera en nuestra época y en México, seguramente se regocijaría con la gran cantidad de ridículos personajes y situaciones absurdas para poder ilustrar sus mordaces comedias de sátira política.