Cuando la discusión de los asuntos torales para la vida nacional es eclipsada por las posiciones partidistas o intereses de grupo, sólo existe un gran perdedor y éste es México.
Mientras la administración de Vicente Fox realiza una apuesta total a las llamadas Reformas Estructurales para poder sortear los retos de la globalización y asegurar la viabilidad del país en términos de progreso y desarrollo económico, y las diferentes fuerzas políticas representadas en el Congreso asumen una posición de autocrítica a destiempo y reconocen como tiempo perdido el período ordinario de sesiones, la economía nacional sufre las consecuencias de una creciente incertidumbre y debilidad.
El dólar se ubica en su “máximo histórico” respecto a su cotización frente a nuestro vapuleado peso, y la Bolsa Mexicana de Valores reacciona con estrepitosas caídas ante versiones sobre aumento en tasas de interés que se generan allende nuestras fronteras.
En suma, una economía nacional débil, rehén de las posiciones encontradas y la incapacidad manifiesta de los principales actores políticos del país para llegar a consensos y privilegiar el bien de la nación sobre los intereses particulares o coyunturales.
En este contexto, son cada día más las voces que se alzan para pedir a Vicente Fox que tome medidas urgentes para resolver los problemas de fondo; que explore opciones en lugar de limitarse a censurar al Congreso por frenar las Reformas Estructurales.
México demanda más compromiso y menos política de bajo cuño. El contexto exige una visión realista, ejecutiva, ya que mientras no se logren acuerdos y se tomen medidas pertinentes, el país seguirá sufriendo las consecuencias.