En un comentario que deja traslucir poca memoria, el presidente Vicente Fox califica al secretario de Energía, Felipe Calderón y a Francisco Ramírez, gobernador de Jalisco, de “más que imprudentes”.
La declaración se debe a que el sábado Ramírez Acuña convocó a un acto masivo de panistas: el objetivo era lanzar al secretario de Energía como precandidato a la Presidencia de la República en 2006.
Entonces, el secretario de Energía dijo -en una frase que es ya un lugar común ante estas encrucijadas políticas-, que ni se apuntaba ni se descartaba para la carrera hacia Los Pinos.
Para el presidente Fox, el mitin estuvo “fuera de tiempo y de lugar”, toda vez que aún no se extinguían las actividades de la III Cumbre de América Latina, el Caribe-Unión Europea. Incluso aprovechó para renovar su llamado al Congreso para que se concrete la Reforma Electoral y se definan las reglas para realizar precampañas, para reducir los tiempos de las campañas y los gastos que realizan los partidos.
Pero la efervescencia precoz que hay ahora entre quienes aspiran a conducir el país en el próximo período se debe en gran medida a un camino trazado por el Presidente.
El Mandatario parece haber olvidado la época en que, con botas y en mangas de camisa, recorría el país y arremetía con calificativos ásperos contra sus contendientes o contra funcionarios del Gobierno Federal que entonces encabezaba el priista Ernesto Zedillo.
La controversial precampaña del ahora Presidente arrancó en 1997, es decir a más de dos años de los comicios que definirían el cambio de Gobierno en Los Pinos. A quienes entonces señalaron que eso era un acto de rebeldía política o cuando menos una decisión riesgosa, Fox les respondía que eran acciones necesarias para el cambio del país.
Hoy, desde la silla presidencial, Fox contradice sus acciones: reclama acotar y acortar las precampañas. Lejos quedaron sus dichos de “víboras y tepocatas”. Ahora, en lugar de confrontación, pide disposición y diálogo.