El presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Juan de Dios Castro Lozano, aseguró el martes a los participantes en el segundo Parlamento de Niñas y Niños de México que la bandera nacional tiene cuatro colores en vez de tres, como equivocadamente les habían enseñado en la escuela. Al verde, blanco y rojo, el líder de la Cámara Baja añadió el azul.
Casi al mismo tiempo, la Secretaría de Gobernación convocaba a los actores políticos a hacer a un lado debates sobre temas de coyuntura y a “ponerse a trabajar en lo que le hace falta al país”.
Detrás de la anécdota, la desafortunada observación de Castro Lozano —quien fue asesor jurídico de la Presidencia de la República y aún es uno de los hombres más cercanos a Vicente Fox—, puede ser tomada como un reflejo del ambiente político del país: cualquier elemento se ha vuelto un trampolín para el altercado y la polémica, qué importa si es de provecho o no para los mexicanos.
Es cierto que la democracia se construye sobre las diferencias, pero más allá de éstas debe existir entre los actores de la clase política una intención de acuerdo. Éste permitiría los avances indispensables para la solución de los problemas de México.
Sin embargo, el consenso es ahora una de las grandes ausencias entre quienes hoy conducen al país: tanto, que la postergación de una serie de Reformas Estructurales sin visos cercanos de salida es el principal argumento del Gobierno Federal para justificar el atasco en que está la economía nacional.
Los primeros interesados entonces en dar vida a los cambios constitucionales debieran ser la administración foxista y los diputados del PAN, como partido en el Gobierno. En un contexto de tensión entre dos de las fuerzas políticas más importantes –PRI y PRD— frente a Acción Nacional y el Gobierno Federal, la afirmación del líder de la Cámara de Diputados es por lo menos imprudente y contraria al cargo que desempeña dentro del Congreso.