Cuando Porfirio Muñoz Ledo –con esa elegante retórica y experiencia parlamentaria de la que siempre hace gala- interpeló a Miguel de la Madrid en uno de sus últimos informes, abrió, tal vez sin proponérselo, una ventana que hoy la gran mayoría de los mexicanos quisiera cerrar.
Han pasado muchos años y la experiencia se ha vulgarizado a extremo tal, que las expresiones del entonces llamado “Bronx” priista, que en las postrimerías del sexenio zedillista acostumbraban imponer con gritos e insultos la agenda del tricolor, y –por supuesto- constituían una herramienta eficaz para intimidar a los legisladores panistas y perredistas que se atrevían a tomar la palestra en el recinto legislativo, resultan hoy hasta simpáticas.
Lo que sucedió el miércoles durante el Cuarto Informe de Gobierno de Vicente Fox, debe llamar a la reflexión, con especial énfasis en el nivel de inmadurez de nuestra clase política, especialmente la que en teoría representa al pueblo en San Lázaro.
Ocioso resultaría jugar con las cifras: que si fueron 19 ó 21 las veces en que con gritos e insultos infantiles, bajo cualquier pretexto legisladores del PRD y del PRI interrumpían al Presidente. No importa, lo cierto es que brindaron un espectáculo indigno de una sociedad que lucha por avanzar en el derrotero de la democracia y que sin duda vulgariza el quehacer político hasta reducirlo a mera grosería.
Muñoz Ledo interpeló a Miguel de la Madrid, con elegancia en la forma y argumentos en el fondo. Hoy, nuestros legisladores tomaron a broma el Informe presidencial y en su agenda lo único que importaba era interrumpirlo, provocarlo, insultarlo y eso no es válido, independientemente si se está de acuerdo o no, con las cuentas que rindió el miércoles Vicente Fox.