Fuerte debate público se generó por la posición de la Iglesia Católica en el tema de la llamada “píldora del día siguiente”, pues si bien resulta claro que los ministros religiosos, apoyándose en la doctrina de la Iglesia, están a favor de la vida y esa opinión es compartida por un buen número de sectores ciudadanos, no por ello se justifica que asuman una posición radical y menos que culpen a los medios de comunicación por trasmitir opiniones que refutan la de los clérigos.
En ese sentido se puede decir que tanto defensores como detractores se apoyan en consideraciones de tipo religioso o jurídico, según el caso; pero la única base sólida a la que se puede apelar en el punto debatido es la científica, pues en esencia se debe determinar si la píldora es preventiva o abortiva y a ese respecto la opinión generalizada de los científicos es que simplemente se impide la concepción.
En base a ello, resulta claro que no se trata sino de un anticonceptivo más y de ninguna manera de un medicamento que atenta contra la vida humana. De ahí que aun y cuando la posición de la Iglesia sea la de proscribirla, como lo hace respecto de los demás productos de esa naturaleza, desde el punto de vista de salud pública y control de la natalidad su utilización es perfectamente viable y legal a la luz de las disposiciones jurídicas y médicas, que son las que sustentan la posición gubernamental.
Pero además, es censurable que la Arquidiócesis califique a los medios de comunicación de “intolerantes”, cuando que son algunos ministros de la Iglesia quienes actúan de esa forma, al rechazar tajantemente cualquier método científico que ayude a la planificación familiar e incluso llegan al extremo de decretar la excomunión para todas aquellas mujeres católicas que utilicen este tipo de pastillas para prevenir embarazos. De ahí que los calificativos a los medios sean infundados, porque al final de cuentas en las réplicas a la Iglesia sólo se refleja el sentir de la mayoría del pueblo mexicano.