La manifestación de casi un millón de mujeres que se realizó en Washington con la asistencia de representantes de sesenta países del orbe, puso de manifiesto el interés que existe en las sociedades del mundo occidental por lograr que las legislaciones de estas naciones acepten el derecho de las mujeres a decidir libremente si se practican el aborto en razón de un embarazo no deseado.
En el otro extremo del debate se sitúan aquellos grupos, de manera especial los religiosos, que pugnan porque se respete el derecho a la vida del ser concebido que no ha nacido, lo que constituye la esencia del largo debate que desde hace muchas décadas divide a las sociedades del mundo, no obstante que la legislación que rige en la gran mayoría de ellas contempla situaciones diferenciadas.
El asunto vuelve a ser tema de discusión a raíz de la propuesta del presidente George W. Bush en el sentido de que se penalice el aborto y ése fue el motivo de la concentración en la capital de los Estados Unidos, pues los grupos más liberales sostienen que no se deben dictar normas que limiten la libertad de las mujeres en uno de los países más liberales del Continente Americano, en el que el respeto a los derechos de la persona es fundamental.
Por esa misma razón, resulta claro que no se puede generalizar en este tema y por tanto que es inviable el penalizar el aborto en cualquier caso. Pero también lo es que no puede llegarse al extremo de dejar una decisión que implica el respeto a la vida sólo al libre albedrío de la mujer, por lo que se hace necesario distinguir cuándo debe permitirse el aborto (como en los casos de violación o por razones terapéuticas) y cuándo, ellas tienen que respetar el derecho a la vida de un ser concebido que tiene a su vez el derecho de nacer.