La Navidad es sinónimo de alegría. Las familias se reúnen a cenar pavo, intercambiar regalos y aprovechan la ocasión para hacer más fuertes los lazos de unión. Los centros comerciales lucen llenos y no se repara en gastos para festejar.
Por desgracia, no toda la población puede acceder a estos lujos. En las colonias de la periferia hay muchas historias que duelen y provocan tristeza. Niños que nunca reciben regalos, ya que la principal preocupación de sus padres es obtener algo de dinero para poder comer.
Recientemente la Unicef publicó un estudio titulado: El estado de la niñez en el mundo 2005. La investigación arroja resultados alarmantes que obligan a los líderes del mundo a diseñar estrategias que terminen con la desigualdad y la pobreza.
Se estima que existen aproximadamente 640 millones de niños en el mundo que no tienen casa. Según el estudio desde 1990 han muerto en las diversas guerras más de 3.5 millones de niños y 270 millones de ellos no tienen ningún acceso a atención de la salud. El conocer estos datos no deja tranquilo a nadie.
En México existen aproximadamente dos millones de niños huérfanos. Para ellos la Navidad es un día más, poco tienen qué celebrar. Su lucha está en las calles, buscando estrategias para sobrevivir en una sociedad que poco hace por ayudarlos.
Los países subdesarrollados son quienes padecen estos problemas. A las grandes potencias mundiales poco les interesa solucionarlos. Todo se limita a discursos de buenas intenciones que se leen en las cumbres mundiales.
Hoy es Nochebuena y más allá de la fiesta, tal vez sea oportuno aprovechar la fecha para reflexionar sobre el mundo que actualmente vivimos. Como sociedad civil es necesario tener mayor participación, sin embargo son los políticos quienes deben hacer un severo ejercicio de autocrítica y analizar qué tanto trabajan para solucionar el problema de pobreza y atraso que vive México.