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Nuestro concepto/Participación

Más allá de un simple dato estadístico, la interrogante de cuántas personas se sumarían a las marchas contra la inseguridad se despejó ayer: cientos de miles de ciudadanos a lo largo del territorio nacional protestaron ante los elevados índices de delincuencia. Mientras en la ciudad de México alrededor de doscientas cincuenta mil personas hicieron eco del reclamo, en Torreón la manifestación fue integrada aproximadamente por quinientas.

No fueron pocas voces las que señalaron que la marcha corría el riesgo de politizarse, cuando lo contrario hubiera resultado imposible: bajo la premisa de que política es toda actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo, la manifestación de ayer fue, en estricto sentido, un acto político. El peligro estribaba en que se diera a la marcha un tinte de política-partidista y que algunos trataran de obtener beneficios electorales de la preocupación popular.

La precisión, aunque pudiera parecer obvia, entraña un problema nacional: falta interés de muchos mexicanos en intervenir en los asuntos públicos, aun cuando éstos nos afecten directamente. No es casual que de las diez exigencias que se entregaron a las autoridades, cinco tienen qué ver con aumentar de alguna forma la participación popular no sólo como observadora, sino como un actor capaz de transformar su entorno.

En la capital, líderes de diferentes organizaciones empresariales lanzaron ayer una advertencia a las autoridades: si no reaccionan de inmediato, la ciudadanía los castigará con el voto. La trascendencia de los hechos supera este ultimátum: queda claro que no es sólo con sufragios como una nación puede expresarse, pues existen otros medios válidos y contundentes para influir en las grandes decisiones del país.

De este modo, además de un reclamo a las autoridades, la marcha se convierte en una llamada de atención de la sociedad hacia sí misma: la participación es clave. Una parte de la solución, en efecto, depende del Estado y de las medidas concretas que las autoridades tomen para garantizar la seguridad de los habitantes del país. Pero la otra mitad reside en todos nosotros: sólo en la medida en que seamos conscientes y nos involucremos con los aspectos importantes de la vida nacional, podremos salvar a México.

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