Los directivos de las empresas consideran fundamental dedicar sus mayores esfuerzos a construir una organización saludable, desafortunadamente, muchos líderes relegan este importante objetivo porque requiere disciplina, coraje y una visión clara a largo plazo y además es difícil de medir en términos cuantitativos. Con toda seguridad podemos afirmar que no hay directivos que no quieran tener una empresa con una muy sana organización, entonces ¿Por qué no trabajan para lograrlo? El motivo más frecuente es que están inmersos en la operación diaria sin tener tiempo para hacer lo que se debe hacer tenazmente para lograr este objetivo. Empresas que existen desde hace muchos años y que han funcionado bien teniendo utilidades, no se ocuparon de este tema y han desperdiciado de esa manera la oportunidad de ser mejores, han perdido competitividad y se han vuelto vulnerables por no haber hecho su tarea en la asignatura de salud organizacional.
Si nos referimos a una corporación multinacional o a un departamento de una compañía grande o a una pequeña empresa, el líder de cualquier organización se enfrenta diariamente a más distracciones y preocupaciones de las que una sola persona puede manejar. Para hacerle frente a este reto la clave consiste en identificar los asuntos que tienen más impacto en el éxito de la organización de la que uno es líder. En lo personal, estoy de acuerdo con la afirmación de que todas las organizaciones que tienen éxito comparten dos cualidades principales: son listas y son sanas. Una organización lista desarrolla estrategias de negocios, planes de ventas y mercadotecnia, modelos financieros inteligentes, características exitosas de productos, etcétera, logrando con ello situarse en posición de ventaja frente a sus competidores. Y demuestra que es sana cuando se elimina la politiquería, la confusión y la falta de rumbo lo cual da como resultado una moral muy alta entre el personal, menor rotación y mayor productividad. Ambas cuestiones son igualmente importantes.
La experiencia en México demuestra que la mayoría de los líderes dedican su tiempo y sus energías a tratar de que sus organizaciones sean más listas y le dedican relativamente poca atención a hacerlas más sanas. Esta tendencia es lamentable tomando en cuenta los poderosos y singulares efectos de la salud de la organización, sobre todo y en primer lugar, las organizaciones sanas encuentran rápidamente sus propios caminos para ser más listas pues incluso cuando sus resultados son inferiores a los de sus competidores, la salud organizacional las hace suficientemente humildes y eficaces como para reconocer sus deficiencias y cambiar de planes antes de que sea demasiado tarde.
Por otro lado, cuando la empresa no es saludable en su organización, dilapidan ventajas competitivas por culpa de sus luchas internas, por su falta de claridad en los objetivos, por la falta de comunicación, por su falta de seguimiento o por cualquier otro de los muchos problemas que aquejan a las organizaciones enfermas. En segundo lugar, las compañías sanas son menos propensas que las enfermas a los problemas ordinarios ya que en tiempos difíciles, por ejemplo, los empleados se mantienen fieles a su empresa y permanecen en ella por más tiempo contribuyendo con ello a la recuperación de las ventajas competitivas.
Nadie más que su líder puede conseguir que una organización sea sana. Las responsabilidades relativas a la estrategia, a la tecnología, la mercadotecnia o las finanzas se pueden delegar a los colaboradores pero en ningún caso se puede hacer lo mismo en lo que concierne a la salud de la cultura organizacional. La cultura organizacional requiere de un líder que la establezca. Por lo tanto, por extraño que parezca, debe ser más importante para el líder preocuparse y ocuparse de que su organización sea sana, que de que sea lista. Es obvio que las estrategias, la mercadotecnia, la innovación de producto son muy importantes, sin duda son cuestiones críticas que merecen una buena dosis de atención de cualquier equipo ejecutivo, lo importante es que no se les dedique una atención desproporcionada de manera tal que les impida a los ejecutivos encontrar el tiempo y la energía necesarios para dedicarse a lograr la salud de sus organizaciones.
La salud organizacional no solamente es difícil de medir sino incluso difícil de conseguir y además su implementación requiere de un tiempo más largo que las estrategias técnicas o de mercadotecnia y en ocasiones, dependiendo de las condiciones propias de cada organización, puede tomar varios años lograrla al cien por ciento. Quizá la razón de más peso para que no se le ponga atención a la salud organizacional es el hecho de que implica enfrentarse con realidades del comportamiento humano que a veces incluso el más comprometido ejecutivo se siente tentado a evitar. Requiere niveles de disciplina y coraje que solo un ejecutivo verdaderamente extraordinario estará dispuesto a aceptar.
Todas las personas quieren ir al cielo, pero nadie se quiere morir. Algo parecido sucede con la salud organizacional, todos los ejecutivos desean tenerla, pero pocos se lanzan en pos de ella porque no comprenden la abrumadora sencillez y el extraordinario poder de la salud de la organización. Son cuatro sencillos pasos que se deben convertir en obsesiones para el ejecutivo y solamente requieren lo que mas se nos dificulta a los mexicanos disciplina, constancia y visión. El primer paso es construir y mantener un equipo de liderazgo unido, el segundo paso es crear claridad de la organización, el tercero es hipercomunicación y el cuarto paso es reforzar los sistemas relativos a los recursos humanos. En las semanas siguientes explicare con detalle cada uno de estos cuatro pasos.
Comarca Lagunera. Agosto de 2004.
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