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Obsesiones o leyes

Federico Reyes Heroles

Por lo visto el deseo colectivo de muchos era ver a Echeverría en la cárcel. Ese si, piensan, sería un acto de justicia. De hecho lo convirtieron en una imagen mítica. Sólo si Echeverría pisa la cárcel habrá justicia. El horror de los hechos, el largo tiempo transcurrido, el cinismo con el que se manejó por décadas el asunto, lo ha convertido en una verdadera obsesión. El ánimo de venganza encarna en su persona. Hoy estamos en una trampa, esa imagen muy difícilmente se concederá. ¿Y ahora, qué hacer? ¿Acaso todo está perdido? Hay quien vuelve al planteamiento de origen del régimen de Fox: hubiera sido mejor crear una Comisión de la Verdad, así aunque las vías jurídicas se hubieran agotado, hoy sabríamos lo que sucedió. Hoy sabemos más y eso tampoco ha calmado la ansiedad. Echeverría a la cárcel, eso es todo lo que vale. El odio, el ánimo de venganza no son buenos consejeros. Vamos por partes. La decisión política de caminar por la vía jurídica, la creación de una Fiscalía Especial, no impide que el trabajo de investigación documental e histórica continúe. Hoy la mayoría de los archivos están siendo consultados, hay nuevas publicaciones e investigaciones. La verdad histórica ya está allí, se está generando a diario y se fortalecen las tesis. No hay retorno.

Ahora bien, presas de la obsesión que gira alrededor del repudiado ex Presidente, la opinión pública y el círculo radical que rodea a la Fiscalía, presionó por poner en el centro a Echeverría imputándole la comisión de un delito a todas luces insostenible: genocidio. José María Pérez Gay ha recordado lo que fue el genocidio en Alemania, en Camboya, en Ruanda. ¿Genocidio lo ocurrido en 71? Si queremos digerir el pasado lo primero que tenemos que hacer es no permitir que nuestras obsesiones y fantasías gobiernen nuestras mentes. Sólo montados en esa dinámica obsesiva se entienden las reacciones, los verdaderos desfiguros, ante la decisión del juez Flores. El juzgador ni siquiera llegó al fondo. La prescripción le bastó. Todavía no es el fin, pero se mira cuesta arriba.

Si la realidad no se acopla con mis fantasías, peor para la realidad, esa pareciera la consigna. Comienzan los desfiguros. López Obrador, faltaba más, ve un complot: es un arreglo en las cúpulas, una “transa” entre el PAN, el PRI, el Gobierno Federal y el Judicial. Vamos, nadie queda fuera. ¿Y la prescripción? Ante los ojos de López Obrador la Ley simplemente es lo de menos, siempre se le puede torcer en beneficio o perjuicio de alguien. Le quieren “ver la cara” al pueblo, todos son una bola de corruptos. ¿Tiene acaso alguna información concreta sobre el comportamiento del juez? No. Pero su dedo flamígero se dedica a calumniar a diestra y siniestra. Fox engaña, el fiscal engaña, el juez engaña y él sabe que pesa más la transa que la verdad jurídica.

El fiscal va a apelar, pero de poco va a servir porque sólo si se procede penalmente contra el ex Presidente se hará justicia, eso ya está decido. De allí que el Comité Pro Libertades Democráticas del 68 advierta ya desde ahora que no aceptará ninguna decisión superior del Judicial de nuestro país, incluida la Suprema Corte. Ellos saben más derecho, es obvio. Por cierto el 68 es un expediente distinto. Otro más. “El hecho de que la Ley conceda esta prerrogativa o esta posibilidad de eludir la acción de la justicia de otra manera -afirmó el Secretario General del PAN- no quita que Luis Echeverría sea un asesino”. Por esa vía de juicios a priori para qué queremos un aparato de justicia. Mejor condenar de entrada a todos los que nuestro fuero interno ha decidido que son culpables. Sería más barato y todos contentos.

Para Gregorio Hernández Brito, un ex guerrillero miembro ahora de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria e integrante del grupo guerrillero que dirigió Genaro Vázquez Rojas, el trabajo del fiscal es “deplorable” porque puso en sobreaviso al ex Presidente y eso fue lo que orilló al juez a negar la orden de aprehensión ¿¿?? La Iglesia no podía quedar fuera, así el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano declaró: “ante la Ley de Dios no hay prescripción, a no ser aquella persona que se arrepiente de sus pecados y que con toda humildad pide perdón”. En un país predominantemente católico quizá no sea una mala alternativa para el ex Presidente. “Le pido al Presidente Fox que no sea cómplice”. Lanzó Minerva Armendáriz Ponce ex integrante del Movimiento Armado Revolucionario. Ahora resulta que quien impulsó desde la presidencia la apertura de archivos y la creación de la fiscalía es cómplice de Echeverría. Para otros la decisión del juez simplemente tiene que ver con una negociación del asunto del IMSS, lo uno por lo otro, así de sencillo. El mundo de cabeza: el juez se coludió, el fiscal se coludió, el PAN se coludió, el presidente se coludió, todo para salvar a un hombre de 82 años, acorralado por el juicio histórico.

La confusión es tal que no registramos el enorme avance. Tres asuntos centrales de la memoria nacional, el 68, el 71 y la llamada “Guerra Sucia” están siendo revisados con lupa. Más de tres décadas después de los sucesos, a pesar del tiempo transcurrido, se ha podido proceder a fincar responsabilidades a varios altos mandos militares y varios civiles. Los archivos por fin están abiertos. La información fluye y las responsabilidades históricas son cada vez más claras. Falta mucho por hacer. Muy probablemente se encuentren más responsables directos. Todo ello tiene un gran objetivo nacional: fortalecer la legalidad, el estado de derecho. Qué jamás se repitan sucesos como esos.

Por eso resulta verdaderamente inaceptable que las ambiciones políticas de quedar bien con todos, que la falta de madurez de no acatar los límites de la Ley, que las infinitas maledicencias y sobre todo la penosa incongruencia nos lleven a este ridículo: querer torcer la ley para adaptarla a nuestras obsesiones. ¿Qué defendemos, la Ley o nuestra particular visión de la justicia, nuestra obsesión? En un estado de derecho el principio básico de comportamiento ciudadano es defender el imperio de la ley aunque nos disgusten los resultados de su aplicación. Aquí en cambio masacramos siempre al sistema de impartición de justicia, nos convertimos en fiscales, en jueces, desplazamos a la Suprema Corte para dar rienda suelta a nuestra caprichosa ignorancia, somos esclavos de nuestras obsesiones. Se está aplicando la Ley en casos muy espinosos. Cumplamos minimamente con nuestro deber ciudadano de subordinar nuestras emociones a su imperio.

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