Más temprano que tarde Vicente Fox habrá perdido el poder. Dentro de doce meses su partido podría tener candidato a la presidencia. Lo mismo ocurrirá con los otros. Dentro de 25 meses habrá un candidato vencedor que le estará pidiendo planear su mudanza de Los Pinos. Quizá como expresidente y a la distancia logre ver lo que hoy son ya vicios, debilidades y obcecaciones evidentes que él es incapaz de aceptar.
Cero autocrítica.- Todo indica que en el poco tiempo que le resta Fox seguirá siendo más fiel a sí mismo que a las razones que le sugieren cambiar de estrategias. Ante los problemas Fox no rectifica, por el contrario ratifica. Rodeado de fracasos, Fox sin embargo está convencido de que su forma de hacer las cosas es la mejor. La carencia de cualquier capacidad autocrítica le quitó el margen de maniobra que todo presidente debe darse ante sus propios errores o ante situaciones nuevas. Por eso difícilmente habrá sorpresas en el poco tiempo que le queda. Por eso los juicios sobre su gestión ya están fraguando. Por ejemplo el “gabinetazo” se desnudó rápidamente en un equipo poco integrado con casos notables de mediocridad. Las evidentes incapacidades o disfuncionalidades de otros no fueron suficientes para enmendar la tónica de no hacer cambios. Las bajas que ha habido han sido a su pesar o por que ya eran insostenibles. En el fondo se esconde una inmadura incapacidad para admitir deficiencias o francos errores.
Negar la realidad, para ver si cambia.- Justo al mismo tiempo que la Secretaría de Economía daba a conocer un aterrador estudio que enumera las múltiples causas por las cuales la inversión huye de nuestro país, el presidente afirmó que México es el país “más atractivo de la tierra”. Es el ejemplo más reciente de un vicio por negar públicamente la realidad. La pregunta que surge es si el presidente de verdad cree lo que dice. De ser así su ignorancia y desinformación serían simplemente infinitas, como cuando afirmó que en diez años tendríamos una economía como la de Japón. ¿De verdad lo cree? O cuando lanzó que una vendedora de nopales de banqueta con un crédito pronto estaría vendiendo en Estados Unidos. Si el presidente cree esas necedades anda mal. Hay otra posibilidad que las diga para engañar. Allí la conclusión grave es que se parte del supuesto de estupidez generalizada. Por donde se le mire el asunto es patético.
La desorganización como innovación.- Queda claro que Fox despreció profundamente a sus antecesores. Despreció también la complejidad de los asuntos y las soluciones que se les habían encontrado. Confió en el mito que sobre sí mismo había creado, el de ser un gran organizador. A cuatro años queda claro que esa no es una de sus cualidades. ¿Se acuerda el lector de las mentadas coordinaciones? Todo mundo advirtió que serían un desastre. Así fue. ¿Qué ocurrió con el nuevo consejo de administración de Pemex? Otro fiasco. Se vendería Pemex pero no el petróleo, afirmó. Se ve que no había estudiado demasiado la cuestión. ¿Y la multiplicación de los changarros que serían el semillero de las empresas? ¿Y la explosión productiva del agro? ¿Y la renovación de los sistemas de seguridad? No estamos hablando de medidas que demandan reformas legislativas. Un crecimiento del 128% en los trámites no es imputable más que a la administración, al Ejecutivo. ¿Y el crecimiento de 30% en los gastos corrientes? ¿Y la locura de nacionalizar los ingenios para reconvertirlos? La lista de fiascos administrativos es infinita. Salvo Infonavit y alguna otra excepción, el desorden es mayúsculo. Fox es un pésimo administrador.
Solo es mejor que acompañado.- Probablemente sea un síndrome producto de la campaña del 2000, pero el hecho es que Vicente Fox pensó que él solo podía con el país. En la mejor de las vanidades presidencialistas creyó que el poder en sus manos lo haría todo. Seguramente algunos cortesanos ayudaron a fomentar esa concepción. Más cercano a una deidad que a un mortal todo giraría a su alrededor. Su simpatía y arrastre popular lo harían todo. Por eso despreció cualquier alianza con su principal interlocutor político, por eso mismo llega su cuarto año prometiendo que ahora si hay negociaciones con el PRI. Además está la tensa relación con el PRD y, por si fuera poco, el evidente rompimiento con un importante segmento de su partido. Los panistas doctrinarios, los históricos simplemente no están de acuerdo en que Fox les vuelva a secuestrar la candidatura a la presidencia. Eso significa la salida de Felipe Calderón. “El PAN tiene que respetar la decisión del Presidente de elegir a su gabinete” dijo Fox en octubre del 2000. “El que la riega es Vicente Fox no el PAN”, agregó. Hoy el PAN toma distancia, si se hunde que sea Fox solo no su partido. Otra debilidad. No quiso compartir el poder más que con su esposa y hoy está aislado y solo. La soledad en el poder es de nuevo patética.
Complicidad de dos.- Pero sin duda la mayor debilidad de todas ha sido su relación con Marta Sahagún. El viernes pasado de nueva cuenta Fox volvió a lanzar un galimatías que habla del coqueto incesante con el lanzamiento de la señora. El razonamiento es más o menos así: Marta es prudente, por eso ahora no se candidatea. Porque conoce las reglas de juego es que se está esperando. ¿Por fin? Por su puesto con esta nueva perla de nuevo revive al mayor factor de distracción política de los últimos cuatro años. Vicente Fox ha pagado un costo altísimo por la enredada presencia de la señora. Primero va Marta y después los intereses del país. Primero va Marta que la relación con su partido. Primero va Marta que su propia imagen de “mandilón”. La complicidad no podía ser mayor.
El ocaso de Fox ha comenzado. En cuarenta y ocho meses Fox dilapidó un enorme capital político y lo transformó en una debilidad sin precedente. En un régimen parlamentario probablemente ya habría caído. Más allá de consideraciones personales, la debilidad en sí misma dificulta el quehacer del Ejecutivo. La baja credibilidad de su palabra, las infinitas incongruencias de sus acciones, las innecesarias reyertas con sus opositores, su obcecado proceder, la ineficiencia generalizada, la soberbia frente al pasado, pero sobre todo la complicidad con su esposa, le garantizan en los próximos dos años y medio que le quedan ser el “pato herido” del espectáculo. Eso a nadie le beneficia. La indeseable situación tendrá una última coraza de protección, me refiero al respeto que en México se mantiene a la institución presidencial, curiosamente un respeto que Vicente Fox criticó como parte de un ritualismo monárquico y decadente. Quizá ya desde la expresidencia Fox caerá en cuenta que fue ese noble respeto institucional el que, incluso con todas sus debilidades, necedades y complicidades, le garantizó terminar su mandato.