EFE
WASHINGTON, EU.- Las siamesas de menos de cuatro meses que fueron separadas ayer en una operación quirúrgica que duró varias horas se encuentran en “buen estado” en una unidad de cuidados intensivos, informaron los médicos que las atienden.
Un equipo de cirujanos del Hospital de Niños de Washington separó con éxito a las dos niñas, que habían nacido en febrero unidas por el tórax y el abdomen, en una operación que duró unas dos horas y media.
Pero después de ello, en quirófanos diferentes, las pequeñas estuvieron sometidas a otras tres horas de intervención para cerrar las heridas, empezar la cura y corregir algunas anomalías.
“Tienen ahora dos niñas que están separadas y ambas están bien”, dijo a los padres de las pequeñas, Keving Buckles y su esposa Melissa, el director de cirugía del hospital, Kurt Newman, poco después de concluir la separación de los cuerpos de las bebés.
Las pequeñas fueron trasladadas después a la unidad de cuidados intensivos, donde se encuentran en buen estado, aunque en condición crítica y con sus signos vitales estables.
La separación tuvo lugar poco después del mediodía y el momento fue recibido con aplausos y gritos de alegría en el quirófano, cuando el equipo de cirujanos, dirigido por Gary Hartman, cortó el último centímetro de tejido que conectaba a Jade y Erin Buckles.
En la operación, los médicos dividieron el hígado, el único órgano del cuerpo humano que se regenera, y luego se ocuparon de la dificultad mayor en la intervención: el corazón de Erin, que estaba ubicado horizontalmente, con un 60 por ciento del músculo dentro del pecho de su hermana Jade.
Jade Hope y Erin Faith, que son sus nombres completos, nacieron en un parto por cesárea el 26 de febrero, seis semanas antes de los nueve meses de gestación de su madre y cuando pesaban, juntas, unos 4.5 kilos.
Hacia las 18 semanas del embarazo, un examen de ultrasonido detectó que los fetos estaban conectados desde el ombligo hasta el esternón, enfrentados.
Las niñas tenían los estómagos y corazones independientes, lo cual fue un signo positivo para los médicos, que desde entonces atendieron la gestación con vistas a separarlas cuando nacieran.
El padre, Kevin, de 34 años, es un sargento de artillería de la Infantería de Marina, y su esposa, Melissa, de 30 años, es maestra de inglés en la escuela secundaria.
Después de que los exámenes médicos confirmaron que los dos fetos estaban unidos, la pareja, domiciliada en Woodbridge (Virginia), al sur de Washington, decidió que no recurriría a un aborto.
El caso se transfirió al Centro Médico Naval de Bethesda, la instalación militar más próxima con capacidad para la atención de embarazos y partos con riesgos.