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Pacto para la transición/Addenda

Germán Froto y Madariaga

Aunque la Comisión Permanente del Congreso de la Unión lanzó un llamado para la reconciliación, lo que en realidad se debe buscar es la construcción de un pacto para la transición.

No es posible una reconciliación de lo que nunca ha estado conciliado. Porque uno de los problemas de este país ha sido precisamente la forma en que a los ojos del pueblo se ha manejado la política nacional o dicho en otros términos más precisos: la forma en que algunos “políticos” han denigrado a la política a grado tal que acabaron por volverla odiosa y repugnante.

Ese llamado a pactar sobre los grandes temas nacionales lo debió haber hecho el presidente Vicente Fox desde antes de tomar posesión, si bien nunca es tarde para hacerlo, a condición de que se dejen de lado las confrontaciones verbales y se asuma con madurez y verdadero espíritu patriótico la tarea de establecer acuerdos para la solución de los problemas más ingentes de la República.

La Comisión Permanente considera que como temas de un acuerdo nacional deben incluirse los siguientes: Reformas a los sistemas de procuración, impartición y administración de justicia; a la seguridad social y al sistema de pensiones. Proponen también, sus integrantes, confeccionar Reformas en materia Fiscal, Energética y Electoral.

No es, desde luego, un mal punto de partida. Pero deben determinarse lugar, día, hora y número de actores, así como los puntos básicos a discutir. El cuándo, dónde y quiénes es importante para dar el primer paso e iniciar con firmeza un acto político y republicano que, contra lo que se pueda decir, ha tardado ya años.

Vale recordar a ese respecto, que al escuchar aquel discurso que Vicente Fox pronunció frente al Ángel de la Independencia la noche del dos de julio de dos mil, pensé que tal sería la tónica (de conciliación) del Presidente electo en el tratamiento y relación con las fuerzas políticas opositoras.

En ese momento estimé que el paso siguiente sería el llamado para establecer un pacto que le diera estabilidad y rumbo a la transición que el día señalado se iniciaba.

Pero no fue así y además de los indicios que apuntaban hacia una conducta contraria que se sucedieron entre los meses de julio a diciembre del citado año, esa tendencia se puso de manifiesto en la toma de posesión en la que la soberbia y el desprecio por las formas se evidenció hasta de manera grosera.

Hoy, a casi cuatro años de distancia y una serie innumerable de enfrentamientos y desgastes, muchos de los cuales se pudieron haber evitado, nos encontramos en el mismo punto: el llamado al Pacto.

Sólo que ahora la primera reticencia a vencer es la desconfianza que a lo largo de estos años se ha generado entre los distintos actores políticos, de la sociedad hacia éstos y con los grupos reales de poder.

Por principio de cuentas, formalmente el llamado tiene que ser conjunto. Debe partir del Gobierno y por éste entendemos los tres poderes federales: Legislativo, Ejecutivo y Judicial.

No obstante ello, es el Ejecutivo y concretamente el Presidente como cabeza de dicho Poder al que le corresponde asumir materialmente la conducción de los trabajos dando a cada paso muestras inequívocas de que tiene los ojos puestos en el objetivo a conseguir, que es la construcción de ese pacto para la transición.

Lo hemos dicho en otro momento y lo reiteramos ahora: El Presidente, en el ámbito interno, es sólo el titular del Poder Ejecutivo y en lo internacional es el Jefe del Estado Mexicano. Pero en este proceso, el Presidente debe actuar como Jefe de Estado; despojarse de su vinculación partidista y comportase como un verdadero estadista que está viendo y actuando, no con miras a la próxima elección, sino a la próxima generación.

Se requiere entonces una visión de largo alcance, en el que los intereses superiores de la nación sean el imán que atraiga todas las miradas y todos los esfuerzos de los distintos actores políticos.

Una vez hecho lo anterior, es necesario que quienes se sienten frente a esa mesa de negociaciones, que buscará arribar a un gran pacto nacional, lo hagan con la mente abierta para escuchar y analizar todo tipo de propuestas, no nada más las que a cada cual le convengan.

Principio fundamental en toda negociación es aquel que reza: “Te doy para que me des”. Nadie se levanta de una mesa de negociaciones en materia política habiéndolo entregado todo o ganándolo todo.

Algo que es muy difícil de lograr, pero que es indispensable en el establecimiento de un pacto de esa naturaleza, es despojarse de los intereses partidistas, de las consignas o de las ideas preconcebidas.

Sin embargo es posible lograrlo si se antepone, como hemos dicho, el interés de la nación.

El espíritu, la disposición de ánimo para llegar a acuerdos es otro aspecto fundamental. De otra suerte, se estará simplemente buscando el momento para romper la negociación so pretexto de que “voló una mosca” dentro del recinto donde se lleve al cabo aquélla.

Ánimo y mente deben estar, el uno, dispuesto y receptivo, el otro.

Todo esto es difícil, lo acepto. Pero por eso los actores políticos que se desenvuelven de esa forma logran convertirse en verdaderos líderes de sus pueblos.

En condiciones más difíciles que las nuestras España lo logró en su momento y las fuerzas políticas que sobrevivieron a la dictadura franquista suscribieron el Pacto de la Moncloa. ¿Por qué no podemos lograrlo nosotros?

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