Saddam Hussein será el primer dirigente árabe que despolitizará -oficialmente? la vida política estimando, sin duda, que el tercer mundo está perdido si continúa jugando con la política, pues esto es un lujo de Occidente. Queriendo únicamente ser eficaz, se irá sirviendo sucesivamente de todo y de todos: del petróleo, de los soviéticos, de los americanos, de los militares, de los de izquierda, mimándolos, eliminándolos, enfrentando a unos contra otros. Aún es demasiado pronto para saber lo que de Saddam Hussein pasará a la historia, pero puede afirmarse que el mundo árabe tiene en él a una de sus grandes esperanzas.
El balance de sus seis primeros años en el poder es, además, elocuente. Ha hecho la paz con los kurdos, paz que ha resultado un fracaso, pero que no obstante ha detenido los combates durante cuatro años. Ha nacionalizado el petróleo de la IPC, lo cual era ?una locura?. Ha firmado un tratado de amistad con los soviéticos... intentando luego un acercamiento hacia los americanos. En el plano interior, idéntico juego: saca a los militares que le odian hasta confinarlos muy lejos, y luego los elimina; provoca a los de izquierda, que caen en la trampa, derrotándolos lo mismo que a los de derechas. En resumen, empezamos a conocer su técnica: es infantil y hábil, y no tiene en cuenta para nada eso que se llama política. Fijémonos en sus relaciones internacionales. Iraq es un país totalmente aislado cuando Saddam sube al poder. Aislado no sólo en el plano internacional, sino también en el mundo árabe. Es el país imposible. Cierto es que gracias a su posición geográfica en el Golfo Pérsico, sirviendo de frontera al mundo árabe ante el imperialismo de Irán, todo el mundo se halla dispuesto a interesarse por él, pero sus dirigentes son muy difíciles de manejar. De repente los soviéticos advierten que les echan de todas partes, de Sudán, de Egipto incluso, donde lo habían hecho todo. Gaddafi lleva el antisovietismo a ultranza, y Siria, tras el fracaso del intransigente Atassi, gira hacia la derecha y reanuda sus relaciones con el rico Kuwait y con el reaccionario Faisal. Moscú se acuerda súbitamente de Bagdad. En el mismo momento, además, en que todo el mundo, americanos, británicos e incluso chinos se precipitan alrededor de ese fantástico depósito de petróleo que es el Golfo. Saddam se deja seducir por Breznev y firma un tratado de amistad con la URSS. Es también en esta época cuando nacionaliza el petróleo de esa caricatura del imperialismo occidental que es la IPC. Para los observadores que se pasaron de listos la cosa fue muy simple: Iraq se convirtió en una colonia soviética. No habrá que esperar mucho tiempo para darse cuenta de que el colonizado Saddam Hussein es mucho más astuto de lo que se creía, y que su juego consistía en virar hacia la izquierda primero para hacer subir el precio a la derecha.
A los americanos les interesa más una colonia soviética que un país hundido en el caos y en el que los dirigentes se matan unos a otros. Y occidente está dispuesto a pagar mucho más caro un petróleo nacionalizado que un petróleo del que se cree ser el dueño.
CIEN MILLONES DE ÁRABES. THERRY DESJARDINS. EDICIONES NAUTA. BARCELONA 1975.