Como Nezahualcóyotl andaba ya avisado de cómo deseaba Maxtla haberle a las manos por traición para matarle, andaba también cuidadoso de no caer en ellas y, como hombre valiente y animoso que era, quiso hacer nueva experiencia de los avisos que los otros le daban y determinó de volver a Azcaputzalco y verse con Maxtla y saber de él si todavía trataba de matarlo; para lo cual mandó a ciertos señores, de los que le acompañaban, que compusiesen un rico y preciado presente, así de vestidos para él como para algunas de sus mujeres, con otras cosas de valor y precio, y haciéndolo llevar consigo se acompañó con tres de los más valientes capitanes que tenía y se vino para Azcaputzalco; y llegando aquel día ya muy a la corte, aposentóse muy secretamente en casa de un señor amigo suyo, porque su venida no fuese divulgada aquella noche y le acometiesen con alguna traición. Venida la mañana fuese a palacio con su gente y mandó dar aviso al rey de su llegada; el cual pensando ser buena la ocasión para darle muerte holgó de su venida y fingiendo estar en la cama algo indispuesto hizo que una de sus mujeres, llamada Malin, saliese a recibirlo y recibiese de él lo que trajese; y traía orden esta señora de aposentarlo y regalarlo para entretenerlo, mientras el traidor de Maxtla daba orden de matarlo. Hízolo así la señora y saliendo a recibir a Nezahualcóyotl, le dijo cómo el rey Maxtla no se podía levantar tan presto por andar achacoso de algunos males que traía; pero que mientras se hacía hora de verle, que descansase y viese si mandaba algo.
Nezahualcóyotl, que era hombre avisado, oyó el recado y concibió la traición, pero no mostrando cobardía dio su recado y presente, diciendo que su venida no era a más que a besarle las manos; y que con que así lo supiese se volvería contento. Con esto se entró la mujer de Maxtla y se quedó Nezahualcóyotl en la sala o aposento donde la habían hospedado; y concibiendo el mal intento de su enemigo, despachó su gente y a uno de los tres capitanes que con él habían venido, dijo: que no era posible escapar con la vida (según lo que había pasado) ni tampoco era razón aguardar, porque dos hombres solos no se podrían defender de tantos juntos; pero que le parecía buena traza que se quedase a la puerta y que él se saldría con traje disfrazado por una de las paredes del cañizo de que estaba cercado el calpul donde le habían aposentado; y condescendiendo el capitán con lo dicho, se sentó a la puerta, como que estaba haciendo cuerpo de guardia a su señor; y Nezahualcóyotl, rompiendo el cañizo, se salió de la sala, volviendo a juntar las cañas (porque no se entendiese que por allí se había salido), se fue.
Maxtla, que se había negado, hizo llamar a cuatro hombres esforzados y valientes, mientras su mujer estaba entreteniendo a Nezahualcóyotl; y les mandó que entrasen en la sala donde estaba, y le matasen. Y queriendo los capitanes ponerlo en ejecución vinieron donde creían estar Nezahualcóyotl, y entrando dentro no lo hallaron; preguntaron por él a su capitán y les dijo cómo había salido fuera a cierta necesidad que se le había ofrecido; dijéronle que le llamase, que quería verlo el rey y el capitán salió, como que iba a llamarlo y se fue tras su señor, dejando burlados a Maxtla y a sus capitanes. Vínose Nezahualcóyotl a Tlatelulco a casa de Chichincatl, grande amigo suyo, para pasar a Tetzcuco por agua, porque le pareció que por tierra era muy fácil cogerle; y mudando traje pidióle canoa, la cual le dio secretamente y remeros fuertes que en breves horas lo pasasen de esa otra parte de la laguna; lo cual hicieron muy sin peligro ni riesgo de sus personas, y de esta manera se libró Nezahualcóyotl de esta traición ordenada por Maxtla.
MONARQUÍA INDIANA. FRAY JUAN DE TORQUEMADA. UNAM. INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS. MÉXICO 1975.