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Selección de Emilio Herrera M.

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Mientras tanto en México, Santa Anna, el criollo charlatán, después de aplastar un levantamiento federalista en contra del ?despotismo militar y la República centralista?, que las bases orgánicas estaban a punto de llevar a cabo en Zacatecas, abandonó de nuevo la presidencia para encabezar la campaña militar en contra de los rebeldes texanos, proclamando que ?prefería los peligros de la guerra a la seductora vida del Palacio Nacional?. Estableció su cuartel general en San Luis Potosí, en donde acuarteló a su harapienta armada de casi seis mil hombres. ?El gobierno de Estados Unidos es responsable de los disturbios en Texas?, aseguró Santa Anna dirigiéndose a un grupo de dignatarios nacionales y extranjeros que se congregaron en San Luis Potosí y agregó, ?yo, personalmente marcharé para aplastar a los rebeldes y una vez que lo haya logrado, mi cañón dictará los límites entre México y Estados Unidos?. Entre los que escuchaban se encontraba Anthony Butler, ministro de Estados Unidos, quien no hizo ningún intento por esconder su rabia, aunque seguramente sabía que Santa Anna, por primera vez en su vida decía la verdad. Para financiar la expedición militar, Santa Anna empeñó Manga de Clavo y consiguió un préstamo por 400.000 pesos de un financiero mexicano dando como garantía, los presupuestos de los Estados de San Luis Potosí, Zacatecas, Guanajuato y Jalisco.

Finalmente a principio de 1836, Santa Anna inició su marcha a través del desierto que se interponía entre él y Saltillo, su destino en Coahuila. Permaneció ahí un mes dedicado al entrenamiento y organización de su ejército formado por reclutas y veteranos; ningún detalle, por insignificante que pareciera escapó a su atención, escribiría un soldado de la expedición, quien, copiando a Bernal Díaz del Castillo, intituló su relato, ?Historia Verdadera? de la Guerra de Texas. El dos de febrero, la armada de Santa Anna inició su marcha hacia Texas, vía Monclova, un poblado de Coahuila; el invierno era crudo, y aún más para los soldados de Santa Anna, ya que casi todos ellos provenían de los climas cálidos de México. El ejército tal y como venía, llegó a Texas. En El Álamo, a las afueras de San Antonio, Santa Anna encontró a Travis con 146 hombres pertrechados en una vieja iglesia franciscana decididos a ?vencer o morir?. Con pocos deseos de enfrentarse a las fuerzas de Santa Anna. Houston y sus hombres se habían retirado antes de la llegada de los mexicanos, dejando a Travis enfrentar solo las consecuencias. El seis de marzo de 1836 atacaron los mexicanos, escalaron los muros de la vieja iglesia y luchando cuerpo a cuerpo, la tomaron. ?Travis murió valientemente?, según el diario del soldado mexicano; ?Jim Bowle? el segundo de a bordo ?como un cobarde?. Todos los defensores murieron a excepción de un joven de 14 años, dos mujeres y el esclavo negro de Travis. Las bajas del ejército mexicano fueron mayores: perecieron en total 400 hombres y hubo innumerables heridos. ?Otra victoria como ésta?, escribiría el cronista mexicano y ?perdemos la guerra?.

Con la victoria de ?El Álamo?, Santa Anna dividió su ejército en tres secciones; marchó a la cabeza de una de ellas, en persecución de Houston y sus ejércitos formado por 800 hombres, que continuaban retrocediendo, llevándose consigo a los colonos estadounidenses. En Goliad, un villorrio texanio, la división bajo el mando del general José Urrea, capturó un ejército de 365 voluntarios, unos cuantos de ellos colonos: Urrea pidió clemencia para los cautivos, pero Santa Anna, resuelto a acabar con el fuego de la rebelión, ordenó ante el horror de Urrea, su ejecución. Don Antonio, anotan los documentos históricos, no perdió esa noche un minuto de su sueño.

La operación de limpieza, como la llamó Santa Anna, tuvo una vida muy corta. Reforzado con hombres, rifles y alimentos provenientes del otro lado de la frontera y con la bendición de Washington, Houston contaba ahora con un ejército de 1500 hombres que lo hacían sentirse lo suficientemente fuerte para el enfrentamiento. En abril, Santa Anna lo encontró acampado en Lynchburg Ferry, no muy lejos del río San Jacinto, pero en lugar de atacarlo de inmediato, decidió descansar a su tropa. Por la tarde del 21 de abril, para sorpresa del héroe de Tampico y Veracruz, los hombres de Houston cayeron sobre ellos, encontrándolos cocinando su cena y a Santa Anna durmiendo la siesta, la más costosa de la historia; media hora después, la derrota era total, adjudicándose Houston la victoria. Santa Anna, quien huyó durante la corta batalla, fue descubierto al día siguiente, escondido entre los matorrales ?vestido con camisa azul, pantalón blanco y sus pantuflas de fieltro rojo?.

Un año después, Texas ya no era nuestra.

JOSEFINA ZORAIDA VÁZQUEZ, COORDINADORA DE LA REBELIÓN DE TEXAS A LA GUERRA DEL 47. PRIMERA EDICIÓN. 1994. EDITORIAL PATRIA NUEVA IMAGEN.

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