La política mexicana está saturada de simulación y protagonismos. Todos quieren ser y pocos hacer. En los diversos ámbitos y niveles de Gobierno encontramos un buen número de ejemplos de esa clase de individuos dispuestos a enfrentar los reflectores en lugar de los problemas.
Y lo que ocurre es que se ha perdido la congruencia como valor fundamental de la actividad pública. Y en última instancia se es congruente en la medida que se actúa con rectitud y lealtad a los principios y a las convicciones.
En este sentido, todos los mexicanos debemos reconocer la responsabilidad y honradez con la que nuestras Fuerzas Armadas cumplen las funciones que les asigna la Constitución, así como el invaluable beneficio para el país que esto implica.
La inquebrantable lealtad a las instituciones de la República de la que nos da ejemplo la milicia es uno de los aspectos esenciales que explican la estabilidad del México contemporáneo. Y es en la paz social donde hemos construido nuestra democracia histórica que, a la vez, viene a fortalecer y a darle sentido a la estabilidad política del país. Nadie puede negar que dentro de los diversos factores que permitieron el avance democrático hasta la alternancia se encuentra el apego de las Fuerzas Armadas a la legalidad y su lealtad republicana. En menor o mayor medida los sucesos electorales del año 2000 fueron una prueba de fuego para las instituciones castrenses que superaron con una gran responsabilidad.
La honorabilidad y prudencia del Ejército mexicano constituye una piedra angular del edificio institucional y una garantía en la defensa de la soberanía y en la vigencia del Estado de Derecho. De ahí el reconocimiento y respeto que nos merece esta noble institución. Por otro lado, el Estado mexicano además les ha encomendado a nuestras Fuerzas Armadas una compleja y delicada tarea que resulta de vital importancia para el país, nos referimos evidentemente a sus acciones en el combate al narcotráfico. Y en su cumplimiento los soldados mexicanos han mostrado valor, compromiso y resultados. Y si bien se han presentado algunos casos de militares coludidos con las mafias, éstos han sido aislados e invariablemente la justicia militar se ha encargado de aplicar la ley hasta sus últimas consecuencias. Lo que nos habla de una institución transparente y lo suficientemente sólida como para detectar y sancionar a quienes pretenden beneficiarse ilícitamente de su rango militar.
Sin embargo, los mexicanos muchas veces pasamos por alto las virtudes y aportaciones de nuestras Fuerzas Armadas. En lo personal estimo inmorales las bajas percepciones económicas que reciben quienes entregan su vida al servicio de México en las filas del Ejército. Esto sin considerar las raquíticas pensiones que se les paga a los militares retirados. No entiendo las razones por las cuales los miembros de la milicia obtienen por su trabajo mucho menos que la mayoría de los servidores públicos. Me parece que se está cometiendo una grave injusticia.
Todo esto viene porque en estos momentos un grupo de militares en retiro pretende organizar un nuevo partido político que aglutine a quienes forman parte del Ejército. Y a mí me parece una mala idea por diversas razones. Pero antes de entrar a los argumentos deseo aclarar que estoy convencido tanto del derecho a participar en política de quienes han decidido seguir la carrera militar como de la capacidad, talento y aportaciones que desde hace muchos años han hecho y siguen haciendo destacados militares que han ocupado y actualmente ocupan cargos de elección y designación. Incluso pienso que todas las fuerzas políticas deben abrir más espacios para ellos. Lo que no me parece conveniente para el país es que un grupo de mexicanos que sirvió en el Ejército en forma activa pretenda integrar una corriente de acción política que busque autoproclamarse propietaria de los valores de lealtad, rectitud y patriotismo que caracterizan a nuestra milicia. De entrada, en este momento todos y cada uno de los miembros del Ejército mexicano puede comulgar y militar en el partido político que deseen. Y dicha filiación no pone en tela de juicio ni su lealtad a las instituciones de la República ni el prestigio de las Fuerzas Armadas como un todo, independientemente de la divisa política gobierne. Pero involucrar al Ejército como institución en una fuerza política, ya sea a través de los militares en retiro o de cualquier otra manera, es desvirtuar su origen y compromiso. Es tanto como pretender que los partidos políticos cuenten con un brazo armado. Y es que los partidos políticos tienen otra esencia. Son hilos conductores entre la sociedad y el Gobierno. Su misión es comunicante. Su naturaleza es incluyente y no excluyente. En principio, no podemos convertir la política mexicana en una lucha de facciones organizadas por profesiones o actividades. Por el contrario, los institutos políticos deben aglutinar a personas de circunstancias diversas e ideas similares.
Un partido político crece y aporta en la diversidad de sus integrantes. Por todo esto, respetuosamente conminamos a los militares en retiro que quieren formar un nuevo partido político para que recapaciten en un acto de responsabilidad y congruencia con los principios que han defendido a lo largo de su vida. Si quieren hacer política, ¡adelante! Existen muchas opciones políticas que estoy seguro gustosos recibirían su experiencia y talento. Pero por favor no hipotequen la estabilidad política del país en aras de un proyecto de grupo.
El autor es abogado, profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM.