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MÉXICO, DF.- Es una puerta pequeña y normal, no más de dos metros de alto y 1.40 de ancho, es el ansiado acceso para más de 40 mil universitarios que esperan ver que los Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) levanten el trofeo después de 13 años.
En la azotea, Aarón Padilla, presidente de la Junta Directiva del Club Universidad, grita, ordena, dirige a un mundo de gente; abajo, en la calle Totonacas, los aficionados también gritan.
"Vale la pena esperar 36 horas como lo hice", dice Jorge Pantoja, empleado de la Universidad y con él, desde el domingo a las ocho de la noche, Rafael Torres y un grupo de cinco amigos también esperan, "Pumas debe ganar, no es que sí puede, es que nos la debe".
En grupos pequeños los aficionados entran y afuera como si no pasara nada, un afortunado estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) levanta los boletos, sólo esperó tres horas, cuatro amigos le apartaron el lugar desde ayer.
Desde la noche del domingo, 30 integrantes de la Universidad Tecnológica de México (Unitec) hacen fila, eliminados por la responsabilidad, 28 se van a la escuela a presentar exámenes, menos dos. Miguel Ángel García, estudiante de esa institución, lo cuenta. "De este mundo lleno de goyas, compañeros, playeras auriazules y empujones, no todos tendrán un final feliz".
Guillermo García reclama, como civil, como no universitario y detenido a un lado de la taquilla, que él nunca se enteró que los boletos eran sólo para la comunidad universitaria; estuvo desde ayer y ahora no puede regresar al trabajo, su pecado, dice, es querer un boleto y además lo merece.
"Yo fui al partido de Cruz Azul, a mí me agarraron por un boleto -reclama Juan Carlos Hurtado de la colonia Del Bosque-, estoy desde el domingo, yo sólo quiero un boleto".
Con estos dos aficionados sin lugar en la final, hay otros seis que incluye a dos mujeres con cara de sorprendidas.
Los estudiantes siguen entrando incrédulos y salen felices, con dos boletos escondidos, entran en medio de una valla de hombres de amarillo y salen entre otra valla con hombres de negro. Del otro lado de Ciudad Universitaria, a estos afortunados el Estadio Olímpico Universitario les espera con las puertas abiertas.
