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Pensamiento lateral

Esteban Moctezuma Barragán

Ante una circunstancia dada, se puede pensar linealmente o tratar de ser creativo y pensar lateralmente me lo puedo imaginar perfecto.

En la mente de los mandos superiores de las autoridades policiacas de la delegación Tláhuac, del Gobierno de la ciudad de México y de la Secretaría de Seguridad Pública del Gobierno Federal, un problema no encontraba cuadratura. “¿Cómo podré rescatar a esos dos agentes federales sin tener que causar un daño mayor?”... seguramente se preguntaban los responsables de “hacer algo”, “de aplicar la Ley”, “de mantener el orden”, “de resguardar la seguridad pública”.

“Los informes me dicen que son cientos las personas iracundas que han secuestrado y se encuentran golpeando a dos agentes de la Policía Federal Preventiva”; “para poder entrar y evitar un enfrentamiento, tendré que enviar cuando menos a 500 elementos y no los tengo a la mano”, “¿y si envío a menos y me los linchan también?”, “no. Debo enviar una fuerza tal, que la gente se intimide y se disperse. De lo contrario, en vez de salvar a dos agentes, a la mejor acabo provocando cientos de heridos, e incluso algunos muertos, y ahí sí se acaba mi carrera política y le doy una raspadota a mi jefe”.

“¿Y si no hago nada?” , “¿en qué podrá acabar esto?”, “una posibilidad es que alguien más lo arregle”, “otra, que no pase a mayores y que después de darles unas cachetadas a los agentes de la PFP, los dejen libres”, “lo que sí es incuestionable es que si yo le entro, la bronca total es mía, y ya me lo dijo mi abuelita... nunca te metas en pleitos ajenos”.

Y así por el estilo, podemos seguir imaginando la serie de reflexiones y cuestionamientos que pasaron, cuando menos por seis personas directamente responsables de evitar el linchamiento que ha desgarrado el sentir nacional y que mostró una cara nueva del México del cambio, al mundo entero. Pero, me pregunto: ¿por qué a nadie se le ocurrió algo elemental.

Primero, destruir el argumento de la turba, de que esas tres personas que golpeaban no eran secuestradores, ni malhechores. Que sus credenciales no eran falsas y que, en efecto, contaban con el apoyo de toda una institución federal para llevar a cabo sus investigaciones?

Segundo. Hacer sentir a toda la gente que habría consecuencias de sus actos. Que no podían patear, golpear, arañar, ni quemar a una persona sin repercusiones graves.

Tercero, que el cuerpo de policías al que pertenecían iba a entrar a rescatarlos sin buscar agredir a persona alguna.

Me preguntarás: se oye fácil, pero, ¿cómo hacerlo? Y lo que se me ocurría desde el momento que observé en vivo el devenir de los acontecimientos fue que no se requerían 500 policías para ir al rescate, sino un solo helicóptero que fuese equipado con sonido, iluminación y cámaras de video.

Este helicóptero se ubicaría arriba de la turba, iluminaría la escena con un reflector muy poderoso y daría paso a una declaración contundente desde las alturas: “Habitantes de Tláhuac, están ustedes cometiendo un grave error de iguales consecuencias si persisten en éste. Los agentes que ustedes han secuestrado son, en efecto, agentes federales en activo. Ellos fueron enviados a su comunidad para protegerlos a ustedes y a sus hijos. Hasta el momento ninguna persona ha incurrido en delito alguno, ya que ustedes pensaban que estaban reteniendo a unos secuestradores hasta que llegara la autoridad competente, pero, a partir de este momento, en que ya es de su conocimiento que, en efecto, son agentes federales, cualquier persona que los toque o golpee estará cometiendo un delito grave de agresión y lesión, del cual tendrá que responder ante las autoridades del Gobierno de la ciudad de México y del Gobierno Federal. Estamos grabando a todos y cada uno de ustedes, de manera que se deslinden las responsabilidades con toda justicia. Contamos con cámaras de televisión y video para seguir los movimientos de todos ustedes”. Punto.

Estoy seguro que esta simple acción, que no podía ser impedida por el tráfico, por falta de suficientes elementos policiales, o por una estúpida piedra, hubiera sido suficiente para que el “discurso” de los incitadores del linchamiento quedara totalmente desmentido y los propios agresores descubiertos. Pero esto es pensar lateralmente y es algo para lo que no están entrenados los directores de las policías en el país. Si esa acción no hubiera surtido efecto alguno para atenuar la furia de la turba y desalentar los linchamientos, al menos se tendría registrado que hubo un serio intento de “hacer algo”.

Lo que es francamente intolerable es que por miedo a un “mal mayor” se haya tolerado y se toleren a diario miles de “males menores”. Ser servidor público implica arriesgarse por la sociedad. Basta de navegar entre palabras “políticamente correctas” en un desierto de decisiones no tomadas, que están llevando al país a la violencia.

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