“La vejez que llega a su debida hora se
edifica desde la juventud”. Enrique Banchs
las pensiones son uno de los grandes logros sociales del siglo XX. La idea es que no es posible que un anciano que no tiene ya la fuerza física para laborar deba seguirlo haciendo por necesidad. Este concepto, sin embargo, fue modificado de manera radical por los sindicatos del sector público, que lo convirtieron en unas vacaciones prolongadas que se otorgan a los trabajadores después de un determinado tiempo de labor sin importar su edad.
Quizá sea agradable tener 30 años de vacaciones con derecho a sueldo, heredable al viudo o viuda, después de trabajar sólo 28 años. Pero difícilmente se puede considerar esto como un derecho social. Lo peor de todo es que este cambio en el concepto de las pensiones se lo arrancaron los sindicatos a gobernantes irresponsables que nunca prepararon las reservas técnicas que permitirían financiar esos años de vacaciones de manera adecuada.
Actualmente en nuestro país hay dos grandes regímenes de pensiones. Por un lado está el que el Seguro Social le otorga a sus derechohabientes: la mayoría de los trabajadores del país. Éstos se jubilan entre los 60 y los 65 años con una fracción del sueldo que recibían el último año en que trabajaban. Los derechohabientes del IMSS reciben en general una pensión de menos de 1,500 pesos al mes.
En abierto contraste están los trabajadores del sector público, que incluyen a los trabajadores del IMSS, los cuales se jubilan en promedio entre los 50 y los 55 años de edad, por lo que permanecen un promedio de 30 años en retiro. Obtienen además pensiones iguales o superiores a los sueldos que recibían cuando trabajaban. Son una clase privilegiada.
El régimen especial para los trabajadores del sector público lo otorgaron a lo largo de los años distintos Gobiernos priistas para lograr el apoyo de los sindicatos que eran parte fundamental del Estado corporativista. Nunca tuvieron la responsabilidad de hacer las reservas para pagar en el futuro esos enormes pasivos que crearon. O no tenían actuarios en su nómina o les dio igual heredar la factura a las futuras generaciones.
Hoy vivimos una situación sumamente injusta. El absurdo sistema que se ha creado amenaza con quebrar a instituciones tan notables como el Seguro Social. Si no se modifica el régimen de pensiones, el IMSS se convertirá pronto en una institución que cobrará cuotas solamente para pagar su nómina y las pensiones de sus trabajadores sindicalizados. No podrá proporcionar ningún servicio, ni médico ni de ningún otro tipo, a los derechohabientes. Cuando el año pasado se negoció un nuevo contrato laboral entre el IMSS y el sindicato se tomó la decisión de dejar para este marzo la definición de un nuevo sistema de pensiones.
Los dirigentes sindicales parecen estar conscientes esta vez de que no les conviene quebrar al Seguro Social. Están proponiendo así un sistema que haría una modificación gradual al actual régimen de pensiones de la institución. La propuesta dejaría a los trabajadores actuales el derecho de jubilarse después de 28 años de servicio si son hombres y 27 si son mujeres. Esto significa que toda una generación de trabajadores del IMSS seguirían jubilándose entre los 50 y los 55 años, lo cual contrasta con los 60 ó 65 años en que se jubilan los derechohabientes del IMSS.
Sólo los nuevos trabajadores del IMSS empezarían a jubilarse entre los 60 y los 65 años. ¿Son suficientes para salvar al IMSS las modificaciones al régimen de pensiones que está ofreciendo el sindicato? No lo sé. Éste no es un juego ideológico o una simple negociación salarial. Se requiere un estudio actuarial para saber si las modificaciones realmente pueden permitir la supervivencia del Seguro Social. Y éste debe ser finalmente el propósito de las negociaciones.
No deja de ser irritante, sin embargo, que un beneficio social realmente loable, el de crear un sistema de pensiones que protegiera a las personas que por edad no tuvieran ya la fuerza para trabajar, se convirtió finalmente en un esquema para otorgar a cierto grupo de trabajadores —los del sector público, no precisamente los más productivos— unas vacaciones prolongadas de 30 años después de trabajar 27 ó 28 años. Hemos visto una perversión del sistema de pensiones que un grupo de vivales utilizaron para beneficio propio.
Transgénicos
El Gobierno inglés aprobó ayer los primeros cultivos de maíz transgénico. La información científica demuestra que estos productos no sólo no son peligrosos sino que pueden reducir riesgos para la salud que se producen, por ejemplo, con el uso de plaguicidas. Pero los grupos ecologistas no se preocupan por la ciencia. Para ellos el rechazo a los transgénicos es un dogma.
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