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Pequeñas especies / Historias de gatos

M. V. Z. Francisco Núñez González

¡Un día difícil!

Al escuchar sus pulmones me di cuenta que ?Chester? tenía graves problemas respiratorios, se trataba de un gato joven, de un año de edad aproximadamente, había dejado de comer y se encontraba en un estado de desnutrición lamentable, tenía varios días enfermo, aunque ya le estaban medicando no veían alguna mejoría y decidieron llevarlo a consulta.

No les di muchas esperanzas a sus dueños, lamentablemente la neumonía tenía al gato al borde de la muerte, lo habían recogido desde pequeño y le tenían gran afecto, y debido a su instinto nato de libertad no era muy fácil retenerlo en casa y carecía de todo tipo de vacunas. Al llegar a la clínica, llevaban a ?Chester? dentro de una especie de bolsa de nylon, al colocarlo sobre la mesa no hizo el intento de escapar ni de incorporarse como cualquier gato, después de aplicarle algunos medicamentos se incorporó y saltó de la mesa, sus dueños se alegraron al verle caminar, les dije que el problema no estaba resuelto, entre los medicamentos que había aplicado había un estimulante respiratorio y broncodilatadores, eso mejoraba momentáneamente su respiración, y su estado seguía siendo grave.

Al salir de la clínica se lo llevaron en brazos fuera de su ?jaula transportadora?, no habían avanzado gran distancia cuando empiezan a ladrar unos perros desde el interior de una casa vecina, y el gato por su instinto de supervivencia intenta escapar, al tratar de impedirlo sus dueños, reciben algunas mordidas de su mascota debido al estrés por el cual está pasando, y como resultado del gran esfuerzo y al tratar de sujetarlo fuertemente, entra en paro respiratorio y muere.

Al enterarme de los acontecimientos, inmediatamente lavaron sus heridas y las desinfectaron en el interior de la clínica, les sugerí llevar al gato al centro antirrábico debido a que carecía de todo tipo de vacunas, además de ir a una institución médica para la valoración de sus heridas y probablemente les aplicarían la vacuna contra el tétanos.

Después de unas horas recibo la visita de una de las hijas mayores de la señora, dueña del gato. Fue una larga plática en el consultorio, empezó con diplomacia y a medida que avanzaba la charla me hace responsable del accidente y de la salud de su familia por las mordeduras del gato, argumentando que mi obligación era haber sacrificado al gato desde un principio, (incluso traté de sugerir la eutanasia durante la consulta, eso pensaba mientras seguía oyendo a la hija de la señora), pero afortunada o desafortunadamente no lo hice, el cliente acude con el veterinario por el amor y el cariño que le tiene a sus animales, además va con la esperanza y hasta algunas veces por el milagro de salvar a su mascota cuando la ve muy grave, y mi obligación es evitar el sufrimiento y sanar en nuestra posibilidad a los enfermos y no terminar con la vida de ellos, me defendía yo, en ningún momento subió de tono la plática. Comprendo la preocupación por la salud de su señora madre, pues es mayor de edad y la mano se había inflamado bastante, lo importante es que siguieron las recomendaciones, fueron valorados por un médico y acudieron al centro antirrábico, aunque no manifestaba ningún síntoma nervioso o sospechoso el gato, por precaución se recomienda el estudio de rabia. Al parecer llegamos a limar asperezas y lo más importante ahora era el resultado del laboratorio (después me informé y el resultado de rabia fue negativo) aunque sé por experiencia propia del gran dolor que causa la mordedura del gato, bien atendida la herida no tiene consecuencias.

Pasaban de las nueve de la noche, había quedado con la boca seca y amarga de explicar varias veces mi trabajo de veterinario no sin sentir lo que había pasado, y creo que terminó la plática cuando le mencioné que volvería hacer exactamente lo mismo si se presentara de nuevo la misma situación, lamentando una vez más el accidente.

Cuando me disponía a cerrar la clínica suena el teléfono y era una emergencia de otro gato, sin dejar de pensar que tal vez tenía razón, debí haber recomendado la eutanasia.

Solicitaban de mis servicios para una gatita que supuestamente tenía una ?bola? y estaba muy inquieta, procuramos preguntar siempre lo que ellos notan o se les hace ?raro? de la mascota cuando consultamos a domicilio, para ir preparados con los medicamentos o equipo necesario para lo que nos vamos a enfrentar.

En el camino pensaba en la emergencia que vería, es un tumor, o es el milagro más grande de la vida; un parto. Aunque si se tratara de un parto de sobra lo conocerían sus dueños, pensaba en el parto porque sería más agradable la noticia y así no tener que enfrentar la disyuntiva de la eutanasia, en caso de tumor o prolongar el sufrimiento como el caso anterior que no me lo podía quitar de la cabeza.

Al llegar a la casa, no se encontraba la señora, había ido a un teléfono público para hablarme una vez más. Mientras llegaba la señora me pasaron al interior de una casa muy modesta, no tardó la dueña de la gatita que se encontraba muy preocupada, inmediatamente la revisé y al levantarla ligeramente, por arte de magia aparece un cachorro de sus entrañas, el ?tumor? había desaparecido, le apliqué una inyección para ayudarle a su parto y la revisé, según yo le palpaba mínimo otro cachorro más, no tenía gran abdomen, así que su trabajo de parto pasaría rápido.

Al despedirme, inmediatamente la señora sacó su monedero, no pensaba cobrar por los servicios, le dije que después daría otra visita y entonces me pagaría, no lo permitió y sólo le cobré una parte de los honorarios.

Después de haber tenido uno de esos días ?raros? en la clínica, se presenta un caso que para nada necesitaba de mis servicios y que afortunadamente todo salió a la perfección, me despedí, y me dice la señora con cierta reserva, doctor solamente compro el periódico los domingos y me agrada mucho leer su columna, no sé de dónde sacó unos viejos recortes de periódicos y orgullosa me muestra algunos de mis artículos de meses muy anteriores.

Regresé a la casa con gran satisfacción, olvidando por completo el día difícil que había pasado por tratar de salvar a una mascota, que lo volvería a intentar si se me presentara de nuevo la oportunidad.

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