Durante la última visita que nuestro señor presidente Fox acaba de hacernos, después de felicitarnos por lo trabajadores que somos, poniéndonos de ejemplo a las demás ciudades de la República, se despidió ordenándonos que siguiéramos trabajando.
Qué lástima que notó esta virtud lagunera a mitad de su ejercicio presidencial. Si ésta hubiera sido la primera de sus visitas, hubiera aprovechado mejor aquellos primeros años en que se dedicó a visitar países exóticos y a manejar bicicletas en China, por ejemplo.
La cuestión es que, no sólo hay que ordenar a los torreoneses que no dejen de trabajar; hay que encontrar trabajo para todos los mexicanos, a fin de evitar que, particularmente en la Ciudad de México, muchos rueden en ella sin provecho para nadie.
Lo que pasa es que nuestro señor Presidente, como tanto político, ve los problemas pero no ve las soluciones y el que tiene las soluciones de la gente sin trabajo es él, que tiene el poder y se queda a medias en su uso. Y la solución no está en imponer más impuestos y ni siquiera en despojar a los ricos, pues sólo conseguiría empobrecerlos sin enriquecer a los pobres, sino en crear fuentes de trabajo constantemente, con lo cual conseguiría sacar de la pobreza a los que no tienen trabajo, llevando hasta la riqueza a los más trabajadores y hábiles. Pero, a mitad de su ejercicio hasta ahora no ha hecho lo que de él se esperaba.
Contra lo que muchos creen el mexicano no es un hombre flojo, acaso sea un hombre que no sabe trabajar por sí mismo, que en la mayoría de los casos necesita ser guiado por otros, pero trabajador lo es y, si no, que lo digan todos los trabajadores que para serlo tuvieron que abandonar su patria y, al otro lado, sus patrones no los sueltan y pagan bien.
Y en todo caso, hay que tomarnos como somos y a él le corresponde cambiarnos en lo que pueda hasta que el más flojo de los mexicanos sea capaz de decir: “Haré este trabajo todos los días a tal hora”, para lo cual ese trabajo necesita existir y a él, a nuestro señor Presidente, le cumple crearlo. Ese ha sido su destino, háyalo entendido o no, desde su primer día. Lo recibió desde el momento en que protestara como Presidente de México, con todo su peso y toda su grandeza. No se trata, pues, solamente, de ordenar que trabajemos todos sino de crear los trabajos necesarios para que todos los mexicanos que no tengan un empleo, lo consigan. Y ése, ese es su trabajo.
Todos los mexicanos debemos, pues, trabajar, cada quien en lo suyo. Pedro Garfias, el poeta español, me decía una noche en que lo acompañaba para dejarlo en su hotel: “Todos los hombres deben de trabajar; yo trabajo: yo soy poeta”. Y Vicente Fox, es presidente de México, debe, pues, buscar la grandeza de nuestra patria, la que está en el trabajo de los mexicanos, en lo que cada uno hace, trabajos que él debe de crear, para que los haya para todos.