El resbaladero no tenía otra salida, nos llevaba directamente a donde hemos venido a caer: al fraude, al robo, al crimen o a su intento. Si creímos por un tiempo que con Obregón había terminado el asesinato, pecamos de optimismo, igual que si creímos, después, lo mismo con Colosio. En política, la muerte tiene sus adeptos y siempre los ha tenido. A ellos les parece que es la manera más fácil y definitiva de acabar con los problemas, cosa en la que se equivocan sin darse cuenta. Esto les lleva, sin embargo, a amistarse con la mafia, porque claro, los políticos no están familiarizados con las armas, las repudian, les tienen asco o miedo, da lo mismo. Los políticos no tienen más armas que las palabras y, así, a veces dicen sin querer queriendo: “Si Fulano muriera, no tendría el país tanto problema”. Y apenas si se necesita más para que, por coincidencia, Fulano deje de tener destino o éste se cumpla. Lo menos, lo menos que le puede pasar a Fulano es que a su alrededor se forme un vacío cada vez mayor que lo sume a aquellos que claman en el desierto, es decir, que lo vuelva al pueblo de donde un día saliera.
En la guerra de anulación que se ha vivido durante estos últimos días, en la que se ha querido anular a los demás sorprende la dedicación de todos y su paciencia para, a través de los años, reunir la mayor cantidad de “trapitos al sol” de los otros, aun de aquellos que creían haberlos destruido o guardado tan bien que a ellos mismos les costaría trabajo localizarlos nuevamente. Y así, al menos, si no se anularon sí se han asustado unos a otros.
Todo esto ha podido ocurrir con tal abundancia porque desde hace años en México se ha olvidado el castigo. Haga lo que haga no se castiga a nadie, no se ejemplariza con el castigo y bueno si los tímidos ven que los que se enriquecen lo hacen sin el menor peligro, hasta ellos se deciden a aprovecharse.
Lamentablemente la corrupción es mayor en estos tiempos en los que se esperaba que, si no se acababa con ella, al menos se le disminuiría, pero ha crecido. Y lo peor es que entre nosotros las medidas no se aplican rápidamente y si la corrupción ya era grande con Zedillo, que en su momento dijo: “El Gobierno no es un lugar para amasar riqueza. Quien aspire a eso deberá hacerlo fuera de mi Gobierno y con apego a la Ley”, ahora no tiene límites; aquél prometió acabar con ella y Fox también. De todo ello el único que sigue en la cárcel es Raúl Salinas, como si no hubiera otros que, burlando a diario a la justicia, han dedicado a defraudar al país el poco o mucho poder que han alcanzado. Y no falta quién estando contra la corrupción defienda al más corrupto.
Así andan las cosas, de las que muchos dicen que por eso estamos como estamos.