Diferentes voces lo señalan: el presidente Vicente Fox está lejos del país. Dicho así, parece una obviedad, pues en estos momentos está en gira por América del Sur, en específico por Brasil, Argentina y Paraguay.
Pero una lejanía más inquietante se percibe de su voz que llega distante, desde las antípodas, en donde el Presidente asegura a connacionales y extranjeros que en México no hay crisis. Frente a los señalamientos de que se ha perdido el rumbo, de que en Los Pinos no hay unidad ni proyecto y de que el sexenio está agotado, Fox Quesada responde: “el país está en manos profesionales, está en un equipo que trabaja por el futuro del país no sólo a corto sino a mediano y largo plazo”.
En la misma declaración, el Primer Mandatario se autorretrata como “muy respetado, reconocido por (su) seriedad, por (su) profesionalismo y por la manera en que manejamos los asuntos de México y de Latinoamérica”.
Para muchos, la perspectiva es diferente: la presente administración federal esgrime la ausencia de Reformas Estructurales como su coartada ante cualquiera de los problemas graves que amenazan al país. Apenas se vislumbra un debate nacional alrededor de cualquier tema, una lluvia de iniciativas llega al Congreso y la mayoría se estancan allí, mientras las necesidades se vuelven más apremiantes.
Aun sin los cambios constitucionales hay mucho qué mejorar. Sin bien es cierto que hay estabilidad en términos macroeconómicos, hay también rezagos graves: las dependencias federales admiten que el plan de austeridad no se ha aplicado con el rigor debido; día a día se debilita el Estado de Derecho y crecen los retrasos en el sistema educativo.
Las necesidades de los mexicanos demandan realismo, no visiones triunfalistas o panoramas apocalípticos. La declaración del Presidente tiene más intención de política electorera que de diagnóstico para evaluar el rumbo. Mientras Fox Quesada no cambie su perspectiva del país por una visión más acorde con la realidad, estaremos condenados a navegar sin rumbo.
