Con la muerte de Rogelio Luévano, La Laguna se queda sin uno de sus más grandes promotores.
EL SIGLO DE TORREÓN
TORREÓN, COAH.- No sólo Casa del Teatro le llora hoy a uno de sus fundadores. Esa tristeza envuelve también a quienes trabajan el arte dramático en La Laguna, y a todo aquél que le conoció. Rogelio Luévano se ha ido.
“Es una pérdida irreparable porque gracias a él, el teatro local alcanzó proyección como nunca antes”, opina uno de sus mejores amigos, Juan Manuel López Reyes.
Quizá pocos saben que la pasión por el arte le nació cuando estudiaba el bachillerato en la Preparatoria Venustiano Carranza (PVC), y no precisamente por el teatro, sino por el dibujo. Y tal vez algunos recuerden que era fiel admirador de la obra de León Felipe. Pero lo que los teatristas que le conocieron bien saben, es su maestría tras bambalinas para dirigir una puesta, y su dedicación para compartir la experiencia que los años le dieron y formar nuevos actores.
Fue ese interés el que lo llevó a participar en el ambicioso proyecto de Casa del Teatro. Ahí, trabajó en el equipo pedagógico al lado de Luis de Tavira, Vicente Leñero, Víctor Hugo Rascón Banda y de su esposa, Nora Manneck, entre otros reconocidos teatristas más.
Con diez años de historia, esta institución se ha convertido en una de las más importantes del país en lo que a formación actoral se refiere, destacando el trabajo de asesoría técnica que ofrece en toda la República Mexicana.
Con esa premisa, Rogelio Luévano pronto pensó en traerla a su lugar de origen, en una primera etapa como un Centro de Formación Actoral, a través de un convenio que él mismo firmó el dos de agosto de 2002 con el Teatro Isauro Martínez.
De esta manera, se sentaban las bases para ofrecer diplomados y más tarde aspirar a una licenciatura, que contemplaba como mayor ambición un internado teatral, al estilo único de Casa del Teatro, más allá de la formación técnica y metodológica del alumno, logrando una formación integral como persona.
No obstante, la artritis reumatoide que padecía le venía mermando su intensa actividad en el escenario y detrás de él. Por ello, el convenio de colaboración no podía dejar la etapa de preparación, en donde con su muerte, permanecerá hasta nuevo aviso.
Del baúl del recuerdo...
De sus tiempos como universitario, Juan Manuel López guarda sus mejores recuerdos. Uno de ellos es cuando Rogelio Luévano fue invitado como maestro de ceremonias, en la develación del busto de León Felipe en la Escuela Comercial Administrativa, el 17 de diciembre de 1971.
“Aquella vez vino Miguel Bueno, el entonces director del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), estuvo como invitado especial el poeta Luis Ríos, y Pilar Rioja”. Rogelio tenía que estar ahí, porque desde muy joven siguió la obra de León Felipe, a quien tuvo la oportunidad de conocer cuando vino a ofrecer una conferencia magistral años atrás.
También recuerda Juan Manuel las múltiples veces que dirigió a otro de sus grandes amigos, el actor lagunero Humberto Zurita. “Rogelio fue el primero en dirigir a Beto, y de ahí fueron muchas las veces que trabajaron juntos, incluso junto a Christian Bach, su esposa, en Zuba Producciones”.
Sus deseos de sobresalir en el mundo teatral le llevaron a emigrar a la capital del país, en donde finalmente perdió la vida la tarde del martes.
“Perdemos a un gran profesional, a uno de los principales impulsores del arte dramático local. Es una pérdida que no se suple con nada”, concluye Juan Manuel.
Proyecto tendrá que esperar
Para Laura Eraña de Garrido, la muerte de Rogelio Luévano representa la pérdida de “una persona increíblemente valiosa, que guardaba un especial afecto por estas tierras, a donde quería traer todo la experiencia que había alcanzado”.
La directora del Teatro Isauro Martínez afirma que con el fallecimiento de este creador, el proyecto de traer una extensión de Casa del Teatro a La Laguna tendrá que esperar. “De hecho, todo se venía retrasando por los problemas de salud que tenía desde hace tiempo, sabía que estaba enfermo pero no creí que fuera a pasar a mayores”.
Laura explica que el trato directo fue siempre a través de Rogelio Luévano, y aunque sí llegó a entablar diálogo con Luis de Tavira, el más interesado en profesionalizar la formación actoral en La Laguna fue el mismo Rogelio.
“Él era una persona comprometida con el teatro y con su gente, por eso quería traer Casa del Teatro para acá, su muerte nos deja muy tristes”. Y esa tristeza es la misma que embarga a todos los teatristas laguneros.
HOMENAJE
Un poema de León Felipe, para quien fue uno de sus más fieles admiradores: Rogelio Luévano.
¡Eh muerte, escucha!
Y ahora pregunto aquí: ¿quién es el último que habla,
¿el sepulturero o el poeta?
¿He aprendido a decir: belleza, luz, amor y Dios
para que me tapen la boca cuando muera,
con una paletada de tierra?
No.
He venido y estoy aquí,
me iré y volverá mil veces en el viento
para crear mi gloria con mi llanto.
¡Eh, muerte... escucha!
Yo soy el último que hablo:
el miedo y la ceguera de los hombres
han llenado de viento tu cráneo,
han henchido de orgullo tus huesos
y hasta el trono de un dios te han levantado.
AMPLIA TRAYECTORIA
Rogelio Luévano fue director del taller y la compañía de Teatro Universitario de la Universidad Autónoma de Coahuila; coordinador y maestro de la Casa de la Cultura de Torreón; maestro del Centro Universitario de Teatro de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Centro Universitario de Monterrey. Realizó estancias de estudio y observación en Alemania e Inglaterra, dirigió 50 puestas en escena de las que destacan: La Noche de los Asesinos de José Triana; Hipótesis de Magdalena Briones (una de sus grandes amigas laguneras); Los Invasores de Egon Wolf; El Canto del Cisne de Chejov; y El Gesticulador de Rodolfo Usigli. A su muerte, se desempeñaba como coordinador académico de la carrera de actuación en Casa del Teatro.
