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Pirotecnia y derechos humanos

Federico Reyes Heroles

¿Fue acaso una reacción abrupta? ¿Debió el Gobierno mexicano esperar? ¿Esperar qué? El recuento de lo inmediato está allí, en boca de los secretarios de Gobernación y Relaciones Exteriores. Primero una visita de dos funcionarios del Partido Comunista Cubano, amparados con visa diplomática, para atender asuntos fuera de la diplomacia. Es el argumento más débil hasta no saber qué trataron con dirigentes del PRD. El segundo argumento oficial es la nota que con motivo de la deportación de Ahumada liberó la cancillería cubana. Dice el inculpado (Ahumada), que hay una maquinación política (argumentó AMLO); Cuba no quiere entrometerse en los enredos mexicanos, no es como el Gobierno de México entrometiéndose en lo que no le incumbe (derechos humanos). Tercer argumento oficial, el discurso de Castro el primero de mayo: a) todo el prestigio de una intachable política internacional convertida en cenizas; b) la frontera ya no es el río Bravo, está mucho más adentro, “es hoy la línea de la muerte”. ¿Es suficiente para congelar relaciones y retirar embajadores? Quizá, es debatible.

Lo que no son debatibles son los asuntos de fondo. Los secretarios no pudieron o quizá no debieron ir aún más lejos. Los excesos verbales de Castro, las jugarretas verbales de la cancillería cubana y el desaseo de las intrigas cubanas son sólo la superficie. En marzo del 2001, recién llegado, al presentar sus cartas credenciales el embajador cubano demandó el apoyo de México ante la ONU negando el voto de censura. Hacer la solicitud de manera pública puso al Gobierno mexicano en un aprieto. Sin conocer la información, por principios y solidaridad, finjan demencia, esa fue la petición. Respondimos que habría que esperar el documento para emitir una opinión. Nos abstuvimos no sin precisar lo preocupante de la situación de los derechos humanos en la isla. La simple abstención fue suficiente para que el canciller cubano Pérez Roque le lanzara una retahíla de calificativos e insultos al canciller mexicano. O estás con nosotros hasta la muerte o eres un enemigo. “Ardidos” les respondió Castañeda en su particular estilo.

Los horrores siguieron, las persecuciones a periodistas llegaron a su apogeo. Las relaciones entre las cancillerías se degradaron. Castañeda se convierte en enemigo público del castrismo. En 2002 se complican las cosas. En su visita a la isla el presidente Fox se entrevista con disidentes. Grave afrenta para los cubanos. En Cuba sólo existe lo que Fidel quiere que exista. El enojo castrista tiñe la visita. Días después una “guagua” es lanzada contra representación mexicana en La Habana, los ocupantes del transporte declaran querer asilo. La autenticidad de los hechos es puesta en duda. Viene la Cumbre de Monterrey, Castro se retira abruptamente. La malicia de Castro le pondrá un duro golpe a Fox. De nuevo al fondo, el informe de Naciones Unidas es, un mes después, contrario a Cuba. Los señalamientos se multiplican, el mundo es testigo del horror. El 21 de abril México vota en contra. El dictador saca su arsenal. Aparecen las grabaciones con la voz meliflua de Castro preguntando, en qué más puedo servirle presidente, “comes y te vas” es la expresión que condena al presidente mexicano como presa ingenua. Fox queda en ridículo, sufre la peor caída en su popularidad, no por el distanciamiento hacia Castro sino por la mentira en la que se le pesca: “jamás le pedí que se fuera”, había reiterado.

Más allá de las desavenencias personales y de las trampas, se trata de un asunto sin retorno: la situación de los derechos humanos en Cuba, de eso estamos hablando. Ese es el quid del rompimiento. Pregunta ¿quién rompe con quién? El distanciamiento con Cuba viene de atrás, recordemos la tirante situación que se vivió en una reunión internacional en La Habana cuando Ernesto Zedillo lanzó, a nombre del grupo convocante, severas críticas al régimen. Previo a ese episodio, que fue final en las relaciones entre ambos, existió una celebre reunión cerrada de la Cumbre de Iberoamérica si no mal recuerdo en Santo Domingo en la cual en presencia del Rey Juan Carlos, Zedillo tuvo que callar con un manotazo de por medio a un Castro que vituperó a México por largo rato. Ya en diciembre del 98 había condenado a los mexicanos por cambiar a sus héroes por Mickey Mouse. Las groserías se multiplicaron. Castro pensó que habría que sobrevivir a ese “traidor” de las tradiciones diplomáticas entre ambos países y que las aguas regresarían a su nivel. Ese acuerdo que hoy evoca Castro como glorioso partía de un supuesto bastante corrupto: yo no me meto en tus historias y tu no te metas en las mías.

Pero el mundo cambió y Castro no puede leerlo con perspectiva. Lo rodean 22 democracias en el continente que hace apenas dos décadas era territorio de todo tipo de dictaduras y regímenes autoritarios. Hoy hasta un hijo de Torrijos triunfa por vía electoral. El monitoreo de los derechos humanos se ha internacionalizado sin remedio. La información global entra incontenible y confronta a los seres humanos con lo que ocurre en cualquier latitud. Con el priísmo ya no le iba demasiado bien, con el panismo en el poder le ido francamente mal. Ahora apuesta a la opción de izquierda porque cree que así podrá morir tranquilo en el poder. Confabulado con Chávez y coqueteando con Lula piensa en un nuevo eje de izquierda en donde esos temas sean dejados de lado frente a las verdaderas consignas justicieras que él enarbola y que se sitúan por arriba de la democracia y de los derechos humanos, faltaba más.

Pero, ¿de verdad podemos creer en la secuencia de este episodio? ¿Se le soltó tanto la lengua a Castro que lo llevó a la imprudencia el primero de mayo? En México la postura de la población es clarísima, recordemos las encuestas de opinión de hace dos años en las cuales porcentajes cercanos al 85 por ciento afirmaban que Castro es un dictador y consideran excesivo el tiempo que ha pasado al frente de su país. Pero hay una minoría de seguidores que se resisten a la globalidad. ¿A que le está apostando Castro? Seamos maliciosos, como él. Por tercera ocasión perdió el voto mexicano en la ONU, no creo que tenga ni esperanzas ni intenciones de cambiar al régimen. ¿No será este lance otra provocación? Resulta que a final de mes está la Cumbre de Iberoamérica en Guadalajara. Preparar el terreno para salir como víctima del imperialismo es mucho mejor que llegar regañado por Naciones Unidas. Porque la pirotecnia cumple con un propósito: dejar de lado el dictamen de ONU sobre los derechos humanos en la isla. Ese es el tema central, en concreto se trata de hombres y mujeres, disidentes, periodistas, personas capturadas después de un intento de fuga, homosexuales o simples ciudadanos cubanos cuyos derechos básicos no se respetan. Todo lo demás es lo de menos.

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