PARIS, (Reuters) - El sueño de Philipp von Boeselager se ve turbado por conversaciones furtivas con conspiradores, bombas disimuladas y una cabalgata desesperada desde el campo de batalla el día en que él y sus amigos trataron de asesinar a Adolf Hitler.
En sus sueños, el barón, de 86 años, habla con sus amigos y conspiradores -oficiales militares alemanes de alto rango-, quienes trataron de eliminar a Hitler con una bomba el 20 de julio de 1944 y que, con excepción de von Boeselager, murieron o se suicidaron cuando el intento falló.
"Si fueses el único entre unos cien que aún está con vida, eso te hace pensar. Siento que me están viendo y tengo una cierta responsabilidad hacia ellos", dijo Boeselager a Reuters en París, donde recibió la prestigiosa medalla de la Legión de Honor.
En la Alemania de posguerra, el atentado del 20 de julio se ha convertido en un famoso símbolo de la resistencia alemana al régimen nazi, se discute en las escuelas y se honra en los museos.
El oficial del ejército Boeselager tenía sólo 25 años cuando se le pidió que se uniese a un equipo secreto de oficiales que planeaban asesinar Hitles aún a costas de sus propias vidas.
"Estábamos convencidos de que incluso si el 20 de julio hubiese sido exitoso habríamos sido colgados porque las masas alemanas creían en Hitler. Ellos habrían dicho: 'si Hitler estuviese vivo, hubiésemos ganado la guerra'", afirmó.
Boeselager, un hombre elegantemente vestido con un traje oscuro y con su cabello peinado hacia atrás, dijo que el deseo de parar a los nazis importaba más que el miedo a morir.
"Cada día que Hitler mandaba miles de soldados morían innecesariamente debido a sus estúpidas decisiones de liderazgo.
Y posteriormente me enteré de los campos de concentración, donde judíos, polacos, rusos, seres humanos, morían", afirmó.
"Fue claro que estas órdenes vinieron de arriba: me dí cuenta que vivía en un estado criminal. Fue horrible. Queríamos terminar la guerra y liberar los campos de concentración", agregó.
BOMBAS EN MALETAS DE CUERO Boeselager y su hermano Georg pertenecían al grupo de conspiradores que giraban en torno al coronel Colonel Henning von Tresckow en el Frente Oriental, quien usó su acceso a los altos oficiales para tratar de reclutarlos. Varios ataques planeados fallaron antes de 1944.
Boeselager, quien trabajó en un equipo de explosivos, fue encargado de proveer una bomba para el 20 de julio. "Un día mi hermano llamó y dijo: 'quieren explosivos'. Sabía exactamente para que".
En su maleta de cuero marrón, Boeselager pasó clandestinamente varias bombas británicas -"me dí cuenta que las inglesas eran las mejores"- al general Hellmuth Stieff. del Alto Comando del Ejército.
"Al salir del avión estaba cojeando porque había sido herido en la pierna. Varios soldados se me acercaron y se ofrecieron a llevar la maleta. Me negué. Pensé que se darían cuenta de inmediato que la maleta pesaba demasiado", añadió.
Como Stieff estaba en una reunión cuando Boeselager llegó, se fue al cine a esperar: "Eestaban exhibiendo una comedia, pero no le presté atención. Estaba preocupado de que alguien pudiese tropezar con mi maleta".
CON CIANURO ENCIMA El 20 de julio de 1944, Hitler se reunió con oficiales en la llamada sede central de Wolf's Lair, actualmente en Polonia, un área aislada en los bosques, fuertemente custodiada y protegida por miles de minas, pero a la que tenía acceso uno de los conspiradores.
El coronel Claus von Stauffenberg, un alemán aristócrata profundamente opuesto a la política de los nazis respecto a los judíos, colocó una de las bombas de Boeselager en un maletín bajo una mesa cercana a Hitler.
La bomba explotó después de que Stauffenberg había salido de la sala, causando la muerte a cuatro hombres, pero Hitler sobrevivió casi ileso.
"Stauffenberg era el hombre equivocado para esto, pero nadie más tenía las agallas", contó Boeselager. Heridas sufridas con anterioridad, entre ellas la pérdida de un ojo, una mano y dos dedos, eran las desventajas que tenía Stauffenberg para llevar a cabo el atentado.
A falta de tiempo, Stauffenberg sólo usó una bomba en vez de dos, como se había planeado originalmente. Una ventana abierta o una mesa pesada pueden haber sido la causa de que Hitler saliera con vida del atentado.
El dirigente alemán lanzó de inmediato una cacería implacable de los conspiradores.
Los días después del ataque, los nazis mataron a Stieff, Stauffenberg y muchos cómplices. Los familiares de los conspiradores fueron arrestados y Tresckow, como muchos otros, se suicidaron.
Los historiadores dicen que miles murieron a manos de los nazis o fueron enviados a campos de concentración. Pero aunque los nazis torturaron brutalmente a los conspiradores, ninguno reveló el nombre de Boeselager.
Los conspiradores habían planeado que Boeselager encabezara a un millar soldados de caballería, quienes avanzarían desde el frente oriental hacia Berlín tras la muerte de Hitler, donde tomarían las instituciones claves.
Tras haber cabalgado 200 kilómetros hacia el aeropuerto de donde saldrían, Boeselager recibió un mensaje de su hermano.
"Todos regresen a los viejos agujeros", decía el texto codificado, lo que significaba que el atentado había fallado.
Boeselager ordenó a los soldados, que no estaban conscientes del complot, una retirada inmediata, cabalgando hacia el este, al frente, antes de que cualquier pudiera enterarse de su movimiento secreto.
"Estaba seguro de que se darían cuenta. Unos 1.000 jinetes hacen una caravana enorme alargada por unos cuantos kilómetros", recordó Boeselager. "Y los soldados debían haber sospechado: primero se les pidió cabalgar al oeste a una velocidad endemoniada. Y luego se les ordenó regresar al este lo más ráido posible".
Boeselager regresó al frente después de que falló el ataque, pero dijo que cargó encima cianuro todos los días hasta que terminó la guerra, convencido de que los nazis lo descubrirían.
Su hermano Georg también eludió ser capturado, pero murió en combate. Después de la guerra, el oficial estudió economía y se convirtió en experto forestal.