Hace tiempo tuve la muy grata experiencia de disfrutar la plática de dos hombres adultos mayores, cuando se encontraron circunstancialmente el doctor Emilio Herrera Muñoz, nuestro periodista y literato lagunero, mi maestro en esto de la escritura periodística y hacedor de universidades y el doctor José R. de la Herrán, astrónomo, catedrático emérito de la UNAM, asesor técnico de Universum, quien entre otras cosas construyó (lo meramente técnico) el Observatorio de la Ciudad de México y participó en la creación del Museo de las Ciencias de nuestra magna casa de estudios.
Excelente oportunidad de aprender, de dos hombres que conocen por vivencia propia la historia de buena parte del siglo anterior, habiendo participado en ella como protagonistas importantes; uno en la capital de la República Mexicana y otro en la Comarca Lagunera; ambos unidos, sin conocerse y a través de la distancia, por el hilo común del amor a la cultura.
Así pude aprender del México de la Primera Guerra Mundial, que tenía una fuerte y positiva influencia de la ciencia, la tecnología y el humanismo de Europa, particularmente de Alemania; del antecedente del viejo Continente en nuestras artes, con el desarrollo de la sensibilidad nacional para cada una de las manifestaciones, dándonos una cultura propia llena de elementos ideales para poder entender mejor la vida cotidiana; de las ciencias, entre ellas la jurídica, que sin duda fue base de nuestras maneras de hacer justicia, la médica con el clasicismo de la exploración clínica como soporte del diagnóstico y la tecnología, que fue el primer impulso para nuestra incipiente industria, de entre todas ellas la de la telecomunicación.
Aprendí de la vida de grandes mexicanos como Guillermo González Camarena, inventor de la televisión a color con principios tricromáticos y tecnología electromecánica, invento que fuera bloqueado por el capital judío-norteamericano durante el tiempo suficiente (aproximadamente dos años) para que apareciera la versión puramente electrónica y quedaran los beneficios económicos entre ellos mismos. (¡qué raro!... ¿verdad?)
Escuché hablar de David Sarnoff, que de simple telegrafista de la empresa Marconi, que aportaba la tecnología a América, pasó a ser presidente de la RCA y la NBC, comunicadoras mundialmente reconocidas en el campo de la radio y la televisión; entre otras cosas supe que la primera de ellas fue creada por los judíos-americanos para desplazar a la tecnología europea del inventor y su empresa inglesa, que se estaba llevando buenos dólares a Europa, de los que se desprendían con gran dolor y avaricia los hombres de los dineros y fortunas del vecino país.
También reaprendí sobre un Venustiano Carranza, que en ese período enmarcado por la Primera Guerra Mundial debía hacer verdaderos “malabares políticos” para mantener la soberanía nacional y recibir los mayores beneficios las relaciones internacionales, tratando de no comprometernos con una u otra postura y cuidando no perder los beneficios de los tratos amigables sostenidos con la Alemania previa al nazismo de Hitler. ¿Por qué no les contarán de todo eso a los políticos de ahora?
El diálogo cultural les llevó a memorar los períodos de oro del cine nacional, con personajes de tal estatura y calidad, que podían ser a la vez escritores, guionistas, productores, directores, compositores musicales para la obra fílmica y hasta primerísimos actores, como don Joaquín Pardavé, (¿quién no recuerda al “baisano Jalil”? ) sólo por citar a uno de ellos, que ubicaron al séptimo arte mexicano como el número uno del mundo, de la primera mitad del siglo XX.
Tampoco quedó fuera del recuerdo el inmortal Agustín Lara, que con su música dio muestras del romanticismo y está catalogado como el principal compositor de Latinoamérica y uno de los primerísimos del mundo musical de ese tiempo.
Fue don Emilio el que comentó: —Ésos eran los “señorones” de aquellos tiempos —palabras que por la fuerza y significado me llevaron a compartir con ustedes este “Diálogo”.
Verdaderamente que aquéllos eran grandes hombres: políticos, profesionistas, científicos, artistas, inventores, que vivieron un México de frente amplia y con la vista en alto; seres humanos que aún no recibían el maleficio de la influencia extranjera y no se dejaban mover de sus bases culturales. Imposible fueran influenciados por todas las barbaridades, como las que ahora nos enseñan a través de los medios de comunicación.
Supe de esos hombres de empresa, como el primer Azcárraga, que apostándole a la comunicación radiofónica creó la estación “W”, “¡La Voz de la América Latina!” y el antiguo “Telesistema Mexicano”, que hace mucho tiempo dejaron de atender las razones de sus orígenes y la defensa del nacionalismo para dedicarse a explotar el medio de comunicación, buscando la ganancia en términos vulgares, sólo de pesos y centavos.
Y claro que repasaron a los políticos de entonces, que eran eso precisamente, políticos que buscaban el bien común sin dejar de atender el particular, en contraposición de los actuales que más que otra cosa son politiqueros que persiguen los beneficios personales, los de sus grupos y partidos, anteponiéndolos a los de todos, sin importarles y tomar en cuenta a los ciudadanos que les eligieron.
—En alguna parte de la historia perdimos el camino —dijo uno de ellos y esa fue otra verdad aplastante.
De verdad que en estos tiempos modernos hace falta la presencia de líderes verdaderos, que sepan llevar “las riendas” del país, de cada uno de los estados federales y municipios; que sean científicos-tecnócratas pero con el valor agregado del manejo de la política como ciencia social y la diplomacia orientada a servir a los fines nacionales; ante todo, que sean hombres de bien, honestos y bien intencionados, perfil que siempre se hubo definido para los servidores públicos, que por ahora han perdido la brújula, tal vez por no contar con esas particularidades personales. Le ofrezco un ejemplo; el de los partidos políticos en Chihuahua y sus últimas elecciones: el PAN unido al PRD y el PRI en contubernio con el PT y el PVM, juntos en complicidad con tal de ganar. ¿Y las plataformas políticas? ¿Y los principios filosóficos de cada uno?, ¿y los valores por los que existen?
Buena cátedra de hombres de “juventud acumulada”, que tuve el privilegio de escuchar en una mesa de café, la que me hubiera gustado grabar para compartir con los “Halcones Universitarios” que por esos días estaban de Congreso Académico.
No quise guardarme la experiencia sin compartirla con usted, que deja elementos suficientes para una profunda reflexión, especialmente en estos días en que los grupos particulares con sus intereses políticos y económicos se han descarado, entablando una franca batalla en donde los dueños del Estado Mexicano, los ciudadanos comunes y corrientes como nosotros, sólo podemos observar el espectáculo con mucho sentimiento de desesperante frustración. ¡Qué falta nos hacen líderes de verdad!; ¿no le parece?
ydarwich@ual.mx