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Plaza pública/Carnaval veracruzano

Miguel Ángel Granados Chapa

Sin temor a que la elección de su candidato a gobernador, por ocurrir en el martes de carnaval se confunda con la del rey feo, el PRI formaliza hoy la postulación del senador Fidel Herrera para que sea el sucesor de Miguel Alemán Velasco. Después de que el campo se desbrozó de maleza —es decir, después de que se retiraron los ilusos que se autoproclamaron aspirantes a esa candidatura—, una convención de delegados escogerá a Herrera y no a Gustavo Carvajal que contra toda esperanza insistió en llegar a este punto del proceso interno. En el lado de la oposición, el PAN definió ya la candidatura del senador Gerardo Buganza, ante cuyas posibilidades cedieron también los varios precandidatos que se habían alistado. Será igualmente candidato el ex gobernador Dante Delgado, seguramente por Convergencia, el partido que fundó y dirige, y quizá con la participación del PRD, aunque parece consolidarse la posición de quienes juzgan dañino para su partido asociarse una vez más al dantismo.

Una empresa encuestadora con sede en Houston, Fishers International, preguntó la semana pasada por vía telefónica a 664 de los dos mil 400 delegados a la convención de hoy no por quién votarían, para no recibir respuestas elusivas sino quién a suponían ganador en la contienda interna. Carvajal quedó muy a la zaga: apenas figuró con 21 respuestas favorables, el 3.1 por ciento del total, mientras que 612 delegados, el 92.2 por ciento, predijeron la victoria de Herrera. Aun si éste hubiera pagado el sondeo, el resultado coincide con la clara percepción que desde etapas muy tempranas cundió en Veracruz sobre la inevitabilidad de la postulación del presidente de la Comisión de estudios legislativos del Senado de la República. Una razón principal por la que la mayoría de los delegados se inclinará por Herrera, y desdeñará a Carvajal, consiste en que éste no dedicó mucho tiempo de su carrera política a su estado natal. Aunque su padre don Ángel fue gobernador (durante dos años, en reemplazo de Ruiz Cortines), Gustavo no hizo política local sino apenas en 1991, cuando fue diputado por primera vez (la segunda lo fue de representación proporcional, en el 2000) y cuando fue senador por tres años a partir de 1994. Si bien llegó a secretario de Estado y encabezó al PRI nacional, ello fue en función de su desarrollo en la Ciudad de México y sus conexiones con la clase dirigente federal. Herrera, en cambio, combinó su presencia en los dos escenarios.

Comenzó su carrera trabajando con el gobernador Rafael Murillo Vidal y fue elegido diputado, a los 24 años, por su tierra natal, y tres veces más ganó en distritos veracruzanos una curul. Aunque era el número dos de la fórmula priista que ganó la mayoría en la elección senatorial en el 2000 (el primero era el ex gobernador Fernando Gutiérrez Barrios) le puede ser parcialmente atribuída la ventaja que la planilla del PRI obtuvo sobre la del PAN, a cuya cabeza figuró precisamente Buganza: el tricolor sobrepasó el millón de votos mientras que la Alianza para el cambio quedó ciento ochenta mil votos atrás. Herrera ha sido un político ecuménico, que no perdió contacto con ninguno de los gobernadores veracruzanos ni con los políticos de ese origen que tuvieron relevancia nacional. Se extrañan de sus posibilidades económicas actuales quienes lo recuerdan en el ingenio San Cristóbal, niño que recogía las mermas de los carros que entregaban caña. Pero sus amigos responden que su carrera política (fue incluso Oficial Mayor entre otros cargos en secretarías de Estado) le ha proporcionado también satisfacciones materiales. Como en pocas entidades, en Veracruz el proceso local puede generar consecuencias relacionadas con la sucesión presidencial de 2006. El gobernador Alemán es, después de Roberto Madrazo, el presidenciable priista preferido por sus correligionarios: en la encuesta del Grupo Reforma aparecida ayer, figura con 19 puntos, la mitad de las preferencias en favor del líder nacional, pero en otras mediciones ha llegado a superarlo. Un buen desempeño electoral, un triunfo de su partido y su candidato, mejorará notoriamente su posición en la contienda interna por la candidatura presidencial (aunque deberá sobrevivir varios meses, más de medio año, entre el momento en que entregue la gubernatura, el primero de diciembre próximo y la hora en que se decida la postulación principal de su partido). Por su parte, un adecuado comportamiento de Convergencia, sea que triunfe o no Dante Delgado, será un indicador del futuro de Jorge G. Castañeda, el ex canciller que está por decidir si participa formalmente en la liza presidencial, pues de hacerlo se vincularía al dantismo. Castañeda ha registrado seis ó siete puntos de preferencias (según el contexto en que se le menciona), lo que es muy poco pero es mucho si se considera lo alcanzado desde su posición presupuestal por el gobernador de Hidalgo Manuel Ángel Núñez Soto, al que sus correligionarios priístas apenas otorgan cinco por ciento de preferencias. En Oaxaca, Convergencia encabeza la coalición contraria a José Murat de la que se desprenderá la corriente perredista encabezada por el ex diputado y ex senador Héctor Sánchez. Una reacción semejante a la de éste podrían tener en Veracruz grupos del PRD opuestos a que su partido se sume a Delgado, pues calculan que puede bastarse a sí mismo, posibilidad que ya se concretó en el pasado. De modo que lo que ocurra en suelo veracruzano tendrá, como antes en la historia, alcance nacional.

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