Quizá alentados por los desvaríos gubernamentales, los líderes del PRI se esfuerzan en preservar la unidad de su partido, condición única para no sólo mantener las posiciones de poder que hoy ejercen, sino para ganar de nuevo la Presidencia en el 2006. Los afanes no son uniformes, ni producen buen resultado en todos los frentes. Pero es clara la conciencia priista de que la pérdida de militantes y líderes, así sea por goteo, y una mala gestión de las tensiones provocadas por intereses particulares, son veneno en todo partido y en todo momento, pero pueden generar efectos letales en una organización que apenas está aprendiendo a gobernarse por sí misma. El empeño unitario se manifestó en la reunión dominical de la cúpula priista en un rancho sinaloense denominado El Alacrán, nombre harto propicio para los chistes fáciles (que por lo demás tendrían fundamente histórico). Como en la reciente cita del Consejo Político Nacional, hace dos semanas, en el cónclave del noroeste no privó el ánimo rijoso que se aprecia en las tomas de posición públicas de los asistentes.
O asistieron desarmados, o los presentes resolvieron dejar los puñales en sus fundas. Aunque, según versiones, no se lanzaron pétalos ni intercambiaron laudanzas, tampoco llegaron a las manos. Al contrario, como señal del equilibrio de los poderes internos, las partes obtuvieron satisfacción parcial a sus propósitos. Los gobernadores, varios de los cuales denunciaron la inconveniencia, por decir lo menos, de que Roberto Madrazo tuviera a su cargo el proceso de selección del candidato presidencial, siendo él mismo el más claro aspirante a la postulación, consiguieron que se monte, y pronto, un mecanismo que recomiende reglas cuya aplicación no quede al arbitrio del presidente nacional ni del comité encabezado por Madrazo. Éste se avino a la fórmula porque su concreción depende de la Comisión Política Nacional (representación permanente del enorme y pesado Consejo Político Nacional), que se integró conforme a su interés. No es que haya tomado el pelo a los Ejecutivos locales manteniendo en última instancia el control sobre el proceso, sino que con la previsión lograda se dio lugar a una presencia variada de los intereses en juego. Si bien estuvieron presentes en la cita sinaloense los líderes parlamentarios, los protagonistas fueron los gobernadores. Ellos convocaron a la reunión, y sus demandas constituyeron la agenda. Se erigieron también en los guardianes del pacto alcanzado: se reunirán una vez al mes para seguir el cumplimiento de los planes esbozados. Uno se pregunta a qué hora gobiernan, o por lo menos se apersonan en su sede los mandatarios estatales, solicitados tan a menudo para reuniones donde se muestra, si no su poder, al menos su influencia. Ya les compromete mucho tiempo la Conferencia Nacional de Gobernadores, y a partir de esta semana las tareas derivadas de la Convención Nacional Hacendaria.
Ahora retomarán, aunque sea en parte, la capacidad de regular la vida de su partido, que quisieron asumir en julio del 2000, inmediatamente después de la derrota presidencial. No pudieron tener injerencia directa en la conducción del partido después de que hace dos años fueron elegidos Madrazo y Elba Ester Gordillo. Pero algo avanzaron ahora. Aunque catorce de ellos estarán ocupados en sus propios procesos electorales (los internos y los constitucionales), y diez dejarán el cargo en los próximos meses, consiguieron hacer sentir a Madrazo que una fuerza política paralela y eventualmente alterna tiene presencia en el partido.
Más que contar la presencia de quienes se atrevieron a desafiar los piquetes de El Alacrán, importa señalar las ausencias. Aun las que no implicaron desdén a la reunión o desacuerdo anticipado con lo que allí se conviniera tienen un significado. De los líderes sectoriales no se presentó Heladio Ramírez López, de la CNC, el sector campesino, el único con proyecto y acción. Ramírez asistía en la ciudad de México a una reunión de las mujeres de su central, convocada antes que la reunión de El Alacrán, y privilegió la comunicación con sus compañeras. Tampoco estuvo presente la secretaria general del partido. No se conoce bien a bien el paradero de Elba Ester Gordillo, ni la causa inmediata de su ausencia. Pero con ella manifestó que los motivos de discordia que la alejaron de Madrazo bullen todavía, no obstante el saludo en apariencia cordial, beso incluido, con que fingieron su reconciliación el último día de enero, en el consejo político nacional. Más todavía, el esfuerzo unitario que se percibe en el PRI será afectado por la reasunción de su cargo en el comité nacional, que Gordillo practicará en los próximos días. Con buen sentido táctico, parece que solicitará licencia a su diputación. Tal como quedaron las cosas después de los lances decembrinos, y no obstante su maniobra de constituir una corriente parlamentaria (innovación que no recoge la legislación del Congreso), dotada de domicilio propio (las oficinas en que despachaba cuando era coordinadora), quedaría reducida a la condición de diputada del montón. Y como no quiso serlo ni siquiera cuando fue a San Lázaro por primera vez (en que hasta presidió la Cámara y por ende contestó un informe de Miguel de la Madrid), abandonará su curul y procurará ejercer sus funciones de secretaria general. Pero, eso quiso decir con su ausencia, no lo hará para colaborar con Madrazo según la promesa recíproca que ya cumple dos años, sino para todo lo contrario.