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Plaza pública/UIA: nuevo rector

Miguel Ángel Granados Chapa

Como una de las más antiguas universidades privadas, y por su pertenencia a la Compañía de Jesús, tan presente en la educación mexicana —el primer Centro de estudios educativos en México obedeció al interés jesuita por este fenómeno—, la Iberoamericana es una institución que importa no sólo a sus patrocinadores y miembros, sino a círculos amplios de la sociedad mexicana. De allí que sea relevante la asunción de su nuevo rector, el doctor José Morales Orozco.

Antiguo provincial de la Compañía, y más recientemente consejero del prepósito general Peter-Hans Kolvenvach, el rector Morales Orozco estableció su programa para los cuatro años conforme a cinco encargos que le formuló la asociación civil que formalmente rige a la Universidad Iberoamericana: 1) Insistir en la centralidad de la formación integral de alumnos y profesores; 2) continuar el proceso de consolidación y fortalecimiento de la excelencia académica e institucional; 3) restructurar y dar pertinencia al posgrado y la investigación; 4) mantener la vinculación y el compromiso de la universidad con los problemas y retos del país, con las estructuras productivas, con instituciones académicas de alta calidad tanto nacionales como internacionales y promover la relación y vinculación con los ex alumnos de la universidad; y 5) avanzar en la consolidación de una cultura laboral que responda a los más genuinos intereses universitarios.

Aunque formalmente la UIAAC nombró rector a Morales Orozco el siete de junio pasado, el propósito de que asumiera esa función le fue comunicado por el padre general Kolvenbach dos años atrás, en junio de 2002. En noviembre pasado de hecho se anticipó la concreción de ese objetivo, cuando un comité de búsqueda (integrado por los empresarios Valentín Diez Morodo y Pablo Escandón, el investigador Luis Rubio y los jesuitas Carlos Soltero y Humberto Barquera) se inclinó por Morales Orozco, tapatío nacido el 19 de marzo de 1947 y doctor en teología por la universidad española de Comillas.

El discurso del nuevo rector estuvo impregnado de referencias espirituales y aun piadosas que, sacadas de contexto, parecerían propias de un cura de almas, de un párroco solícito y no del responsable de una institución universitaria dueña de prestigio y tradición. Pero el tono general de su intervención lo mostró consciente de que la UIA, siendo jesuita, no es una universidad confesional sino una entidad abierta al mundo y a su tiempo, dotada de una especificidad que la identifica. Ésta consiste en la formación de “la persona completa”, que aprenda y practique valores, en la misma medida en que adquiera destrezas profesionales en un marco de excelencia académica.

Dijo el rector Morales Orozco: “Como universidad la Ibero no pretende únicamente conocer la verdad y transmitir conocimientos, sino enseñar a hacer el bien con la verdad conocida y los conocimientos adquiridos. La adhesión ética y valorativa es algo más que la asimilación de los contenidos académicos; implica a toda la persona y compromete su voluntad, afectividad, inteligencia y acción. En una cultura en que los valores morales son considerados como un estorbo, la Ibero trata de inculcar en sus alumnos y profesores la convicción integral exige una verdadera adhesión ética y la vivencia de los valores...” Ello no quiere decir, advirtió sin embargo, que “la insistencia en la formación humanista y en valores...sea en detrimento de la formación académica”, sino lo contrario, ya que es su convicción “que la calidad académica es esencial para la integralidad de la educación”.

Uno de los motivos de que la designación informal del nuevo rector se anticipara respecto de su ascenso a la rectoría fue la adopción en los años anteriores de una política laboral que alteró la tradicional y productiva armonía entre los trabajadores y la institución. Con elegancia, sin una crítica que por inoportuna resultara oportunista, Morales Orozco se refirió al tema nutrido de las mejores vetas del humanismo cristiano: “Todos los que forman parte de la universidad, antes que ser trabajadores, administradores y profesores son compañeros y participantes activos en una obra apostólica de la Compañía de Jesús. Su trabajo no es sólo un medio para ganarse el pan de cada día sino una forma concreta de realización humana y cristiana, colaborando en la misión educativa de la Compañía de Jesús. Laicos y jesuitas debemos colaborar desde el carisma propio de cada uno, siendo corresponsables uno de otros y con la UIA, buscando con eficacia, eficiencia y responsabilidad su excelencia en todo”.

Trasladó ese principio a un programa de relaciones trazado con diafanidad agradecible: “Este espíritu es el fundamento de la cultura laboral de la universidad y el que ha de orientar siempre las relaciones de trabajo. Insistamos en el diálogo confiado y transparente para alcanzar acuerdos que respondan a los legítimos intereses y necesidades de quienes colaboran en la universidad y a la exigencias de eficacia operativa y calidad académica. Hay que seguir manteniendo relaciones de trabajo dignas y justas y la seguridad en el empleo, y garantizar la libertad de la universidad para contratar a quienes considere más aptos y capacitados para el logro de sus objetivos.”.

Para una institución que vivió una infausta huelga en 1999, y padeció desde entonces una tensión contraria a la estabilidad que debe caracterizar a una comunidad de trabajo, es un alivio el ánimo concordista expresado por el nuevo rector.

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