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'¿Por qué conmigo, Dios?'

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TENENEXPAN, Ver.- De pronto, el grito de dolor de una madre rompió la calma de esta comunidad veracruzana. El sufrimiento pegó en lo más profundo del corazón de los habitantes del pequeño poblado y los lamentos llegaron hasta Baltimore, Estados Unidos.

Andrea caminó lentamente hacia el féretro de su hijo Alexis, abrió la caja, tomó entre sus brazos el pequeño cuerpo sin vida y lanzó un grito que pareciera que guardaba mil años de dolor.

“¡Papi chulo, papi chulo!”, lanzó una y otra vez con la garganta desgarrada, con el corazón destruido y con el cuerpo de su hijo hecho añicos entre sus manos, las mismas que le acariciaron antaño, cuando aún no le arrebataban la vida decapitándolo en una ciudad de Estados Unidos.

Bajo el techo de la cantina La Chula, la mujer recriminó su tragedia: “¿por qué conmigo, Dios mío, por qué conmigo, Dios mío?”. Tocó la mejilla de su vástago sin vida y cayó al suelo como si quisiera alcanzarlo en alguna parte del mundo.

Segundos antes, una niña de escasos 14 años exigió ver a su primo Alexis. Se acercó al féretro, sus ojos por poco se salen de sus órbitas, se llevó sus pequeñas manos a su pequeño rostro y gritó: “¿Qué te hicieron? ¿por qué estás así?”. Y en un instante la atrapó una crisis emocional.

El llanto del pueblo brotó por todos lados y los ojos incrédulos de la Fuenteovejuna veían a Nohemí, abrazando los otros dos féretros que contenían los cuerpos de Ricardo y Lucero, los primos de Alexis, que corrieron la misma suerte en Baltimore.

Contrario a Andrea, Nohemí, quien perdió a sus dos hijos, sólo atinaba mirar los dos ataúdes colocados en cuatro sillas endebles con una marca cervecera en sus costados. Las lágrimas, las pocas que le quedaban, brotaban en medio de un gemido de dolor del que sólo una madre puede emitir.

Se mantuvo estoica cuando dos camionetas bajaron los féretros con los tres cuerpos de los menores asesinados en Estados Unidos; empero, su fuerza de madre no le dio para más.

Cuando su prima Andrea se derrumbó ante el cuerpo inerte de su hijo, Nohemí, como un edificio derrumbándose, también se derribó en llantos y terminó en el suelo.

La tragedia de Baltimore, donde fueron asesinados los hermanos Lucero de nueve años y Alexis de diez, y un primo, Ricardo, de nueve años, se trasladó a esta comunidad asentada a 30 kilómetros del puerto de Veracruz.

Ante las escenas desgarradoras y ante la mirada de la Virgen de Guadalupe, a los lugareños del lugar les llegó el impacto.

Llantos por todas las esquinas y la desesperación de una mujer que descargó su dolor contra los camarógrafos y fotógrafos: “Sáquenlos de aquí, sáquenlos de aquí”, demandó en medio de gritos y llanto.

El pueblo yacía impávido ante la tragedia de Andrea Espejo y Nohemí Quezada, dos mujeres veracruzanas que al ir en busca de mejores oportunidades en Estados Unidos, perdieron lo más preciado: sus hijos.

Y así como la tensa calma irrumpió sin avisar en esta comunidad del municipio de Manlio Fabio Altamirano, de la misma forma regresó. Sin avisar, las dos madres se incorporaron y se apostaron frente a los féretros de sus hijos, ante la mirada atónita de propios y extraños que permanecían bañados en sudor en medio del gran galerón de madera.

De la nada sacaron tres pequeños ositos de peluche. Abrieron los ataudes y se los “regalaron” a sus niños. Una escena que dejó mudos a los habitantes de Tenenexpan, que por vez primera miraron distinto a la cantina La Chula.

Lo peor aún falta. Mañana sepultarán a los tres menores en esta comunidad, mientras el hermano de Nohemí, Julio Quezada, pide que liberen a Adán Espinosa Canela y Policarpio Espinosa, por considerar que son inocentes del triple crimen.

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