¡Esta frase sonaría incoherente en cualquier lugar del mundo, o se juzgaría como un pensamiento dicho por alguien quien no goza de una de salud mental normal o que está loco!
Pero, en nuestro país tal parecería que esta frase es de lo más normal y lo peor del caso es que no nos damos cuenta de ello, pero si observamos bien, es un plan fríamente calculado, el cual es llevado a cabo irresponsablemente por la gran mayoría de instituciones educativas, desde preescolar hasta profesional, tanto como de privadas y de gobierno, las cuales lo hacen de la siguiente manera:
1.- No tienen un proyecto definido, estructurado y actualizado del estudio de la música como materia complementaria en la educación académica de las escuelas.
2.- La gran mayoría de los profesores de música de éstas son empíricos, es decir, sin estudios académicos musicales; están hechos al vapor, por herencia familiar o de barrio. Como por ejemplo, pudiera ser aquél que toca la guitarra, el que canta, el que toca en el grupo de baile más famoso de la región o simplemente, el que tiene algún conocimiento de flauta dulce, el miembro de la rondalla más exitosa, o el que tiene las suficientes “palancas” con los directores, jefes de actividades culturales o líderes sindicales, a quienes se les ofrecen las plazas de profesores, sin exigirles un currículo vitae adecuado y un plan de trabajo fundamentado.
3.- La Secretaría de Educación Pública (SEP) no capacita y mucho menos, supervisa el trabajo de estos profesores, por ende, las escuelas no llevan a cabo el programa de estudios musicales que propone dicha secretaría, obstaculizando así la formación musical de generaciones enteras.
La historia nos dice que en la antigua Grecia los padres confinaban a sus hijos a maestros que educaban con el ejemplo y la sabiduría aprendida, de igual manera, ellos se encargaban de la formación de valores y herramientas que les aseguraban a los jóvenes una vida plena y productiva. En aquella época, las materias eran gimnasia, matemáticas y música.
Afortunadamente, en la actualidad sabemos los grandes beneficios que otorga la música al ser humano tanto intelectual, como físicamente.
Se han hecho estudios sobre pueblos, en donde la cultura de la música tiene un papel muy importante desde que el ser se encuentra en el vientre de la madre; esto sucede con los padres de países de primer mundo, quienes acuden a escuchar conciertos en vivo de grandes artistas durante el embarazo de la madre. Durante su estancia en las guarderías, los bebés escuchan música clásica y de calidad; en el jardín de niños, cuentan con una pianista que interpreta canciones infantiles y marchas que les ayudan a tener un desarrollo completo de su aparato sicomotor y por otro lado, desarrollan la memoria e inteligencia musical. Posteriormente, en la primaria aprenden a leer la música y a tocar un instrumento musical y después de dos o tres años de edad, se unen a orquestas o bandas, las cuales les permiten ampliar su repertorio, desarrollar el valor del trabajo en equipo y reafirmar su identidad durante la secundaria y preparatoria. En esta etapa de estudios adquieren conocimientos de historia universal del arte y de música, acrecientan su cultura general y logran ser miembros titulares de las agrupaciones de su ciudad, algunos de ellos lo continúan siendo en la etapa profesional, viajan y obtienen becas, las cuales les permiten finalizar sus estudios y ser profesionistas exitosos, competitivos y además, ser unos excelentes músicos aficionados.
Bien valdría la pena preguntar en las escuelas de sus hijos: ¿Quién es el profesor de música, qué estudios tiene y qué le enseña a mis hijos? Porque de no ser un verdadero profesor con preparación y vocación y si no se cuenta con un plan de estudios definido en la institución, sus hijos terminarán odiando a la música y gritando: ¡No a la música!