El Hogar de la Misericordia atiende a personas que no tienen quien se ocupe de ellas
EL SIGLO DE TORREÓN
Hace cuatro años se pensó en crear un hogar que acogiera a personas solas y enfermas, en su mayoría ancianos.
Fue un 27 de agosto cuando el Hogar de la Misericordia abrió su corazón y sus puertas a los más necesitados; al principio fue difícil, pero después consiguieron el inmueble que se ubica en la calle Jiménez 370 sur, en Torreón.
Cuenta con el apoyo de diversas instituciones como el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) Torreón, Salud Municipal y los donativos de la iniciativa privada.
Enriqueta Máynez es la encargada del hogar, el cual es administrado por un patronato que organiza actividades, rifas y demás con el objetivo de recaudar fondos y cubrir algunas de las necesidades primordiales de los ancianitos, los que con una tierna sonrisa, expresan su enorme agradecimiento.
En un principio, el hogar atendía a ocho personas, ahora, los esfuerzos y las necesidades son mayores ya que la gran demanda ha aumentado el número: 16 albergados.
La infraestructura con la que se cuenta por el momento es de seis cuartos, cocina, comedor (el cual van a agrandar), jardín, cuarto de televisión y terraza, siendo ésta última, el lugar preferido de la gran mayoría para estar.
El cáncer, la diabetes, la ceguera, la incapacidad, entre otros, son los principales padecimientos con los que ahí se vive.
El grupo de personas que los atienden está capacitado y entrenado para ofrecer sus servicios a los que más los necesitan en sus últimos días de sus vidas.
Los ancianos.
¿Será el destino, será que no planearon su futuro o que no tenían a nadie que los cuidara? Ellos viven en el Hogar de la Misericordia y se refugian del mundo exterior, al cual ya no pudieron pertenecer más.
Manuelito es un anciano sonriente y simpático. Un día, la patrulla lo encontró tirado en el piso por el Mercado Alianza, fue llevado al DIF y de ahí lo trasladaron al asilo, donde ha encontrado refugio, compañía y atención.
Siempre estuvo acostumbrado a vivir de la caridad de los demás; cuando recién llegó, según platicó Queta Máynez, solía salir a la calle, estirar la mano y pedir dinero a la gente que por ahí pasaba. A los pocos días pusieron en la banqueta una mesa para que Manuelito pudiera vender dulces y golosinas a todo aquél que se acercara, terminó por gustarle más la idea de poder hacer algo y ganar unos cuantos pesitos.
Esther acostumbraba a tejer antes de ingresar al lugar, por lo que procuran que siga con dicha actividad la cual la mantiene ocupada y en movimiento; en ocasiones es difícil lograr que se disponga a hacerlo -dijeron las que ahí trabajan-, ya que los ancianos están enfermos, cansados y no logran poner atención y concentración. Ella padece diabetes.
Su aspecto hace pensar que es una anciana; sus pasos son inseguros, su cara está arrugada y su historia, es realmente conmovedora. Ella es “Goyita”, quien tiene 32 años de edad, padece de una enfermedad degenerativa de los huesos, la cual no tiene curación.
Por mucho tiempo quien la cuidó fue su hija de diez años, la que poco podía hacer por la salud de su mamá. El DIF, al descubrir a esta familia, las apoyó y las contactó con el Hogar de la Misericordia donde “Goyita” ha podido sobrellevar su enfermedad. El DIF, por su parte, se encarga de la pequeña niña, de su educación, vivienda y bienestar.
Algún día llegará a todos la vejez y seremos personas que dependeremos de la ayuda y la buena disposición de alguien más: reflexionemos y ayudemos al que ahora lo necesita. ¡Hoy por ellos, mañana por ti!