La gran pregunta es ¿qué va a pasar el primero de septiembre?.. y lo grave del asunto es que nadie, absolutamente nadie, la puede responder.
Versiones encontradas, posturas radicalizadas, amenazas, enconos y una diluida y poco efectiva herramienta de negociación, en manos de quienes no quieren o pueden imponer la razón y el bien general en la mesa de las discusiones, parecen caracterizar al conflicto derivado de las Reformas al Régimen de Pensiones y Jubilaciones del IMSS.
Por el lado sindical se anuncian una serie de movilizaciones, plantones e incluso bloqueos; se amaga con huelgas, con faltas masivas e incluso con “bajar el switch” de la energía eléctrica y del servicio telefónico.
Sin embargo, uno es el tono de las dirigencias nacionales y otro, mucho más mesurado, el de las dirigencias seccionales y/o regionales. A nivel local se precisa que el servicio médico no se verá afectado y por tanto, los planes de emergencia del Sector Salud para intentar cubrir tan siquiera el área de urgencias ante un paro en el IMSS, se califican como medidas extremas, innecesarias.
Sin embargo, nadie se puede dar el lujo de aceptar la versión de tal o cual líder, mucho menos el Gobierno Federal y por ello resulta indispensable proyectar escenarios y encontrar paliativos.
A lo anterior se debe agregar la postura cada día más enérgica de la Iniciativa Privada. Simplemente los dueños del capital están hartos de los problemas en el Seguro Social y por ello anticipan que tomarán medidas drásticas ante un paro o huelga en el instituto.
Habrá pesimistas que interpreten lo que hoy sucede como una falta, por igual lamentable que absoluta, de control por parte de los que hoy nos gobiernan. Pero los habrá también quienes disfruten los detalles salpicados de incertidumbre, de nuestra incipiente democracia.
Lo cierto es que el conflicto en el IMSS, independientemente de a quién asista la razón, demuestra que en México aún falta mucho por caminar para llegar al nivel en el que todos los conflictos y controversias se puedan dirimir en base a la Ley y en un marco de civilidad, donde imperen los argumentos y no las amenazas.