MEXICO, DF.- Esta vez su uniforme es una maltrecha casaca anaranjada y sus compañeros de equipo son el "Chiquito", el "Gordo" y el "Grandote", todos amigos del barrio de Barranca del Muerto, un grupo al que también se suma Carlos Reinoso.
Aquí no se habla de sistemas ni de movimientos tácticos. Nadie ata desde el banquillo. Fabián Estay fantasea con el balón, intenta túneles y sin árbitro ni reglas, acuerda entre gritos el marcador: "Vamos iguales, no sean tramposos".
Así han sido estos días, de cáscaras alegres en una cancha de futbol rápido por la colonia Miguel Ocaranza, mientras espera una llamada que le aclare el panorama.
Sólo un telefonazo...
El chileno tiene contrato por una temporada más con Santos Laguna, pero poco antes de Navidad la directiva le dijo: "Tal vez quedarás transferible". Fue lo último que supo de los nuevos dirigentes laguneros, encabezados por el empresario Carlos Ahumada.
Fabián se concentró en atender sus lesiones de rodillas; primero la izquierda y después una operación de meniscos en la derecha, de la que ya se siente recuperado. Se rehabilita en la clínica del doctor Nicolás Zarur.
"Tuve molestias desde el inicio del torneo pasado, me confié y al final repercutió en mi rendimiento. Jugué 18 fechas y terminamos en cuarto lugar. La indiferencia hacia mí no pasa por lo futbolístico, sólo me falta mejorar un poco en lo físico", dice.
Hace seis meses, jugando para el Atlante, era considerado uno de los mejores futbolistas de la liga, hoy, a dos días del inicio del Torneo Clausura 2004, no sabe en qué equipo jugará.
"Santos cambió de dueño... Hay empresarios o promotores muy poderosos que, por colocar a un jugador, sacan a otros que no son suyos y que no les dejan dinero. Los directivos de Santos no contestan el teléfono. Me dicen en las oficinas que todos están en Estados Unidos. Tengo contrato vigente, no entiendo por qué el torneo anterior me dejaron fuera de Cruz Azul, me pidieron a la fuerza y ahora me tienen en la incertidumbre. En este futbol te cambian a donde se les antoja. No hay causal de baja, jugué el 95 por ciento de los partidos".
En América, dueño de su carta, tampoco ha encontrado respuesta.
Es más, Santos aún adeuda parte del préstamo.
Pese a la controversia que se desató previo a su llegada a Torreón, Coahuila, (se hablaba del poco interés de Estay por jugar en La Laguna), los aficionados lo acogieron.
"Estaba contento en la institución, me adapté pronto al equipo y a la ciudad. Ya hasta había rentado una casa por un año. Todas mis cosas, mis zapatos y demás, están allá".
Dice sentirse hundido en el agua, porque ignora cuál es el paso siguiente: "De repente hay poderes que uno no se explica. El futbol todavía es negocio para cierta gente y mientras los dueños de los equipos no hagan algo, las injusticias continuarán. Los poderosos quieren disponer de tu vida".
No ha pasado por su mente parar un torneo. Tampoco jugar en otro país, aunque ha tenido ofertas de Chile y del San Lorenzo de Almagro de Argentina. Su deseo es continuar en el balompié mexicano.
"Quiero volver a ser campeón y de nuevo ser reconocido como uno de los extranjeros más productivos del campeonato".
¿Has recibido ofrecimientos de otros equipos mexicanos? “Me han llamado, pero qué les digo, si mi situación es confusa. No me cierro las puertas, si hay oportunidad de llegar a un club protagonista, que aspire a ser campeón, aceptaría con gusto.
Fabián Estay vive una tranquilidad nerviosa, como él mismo la llama. La cercanía del sábado lo agobia.
"Los partiditos con amigos te reconfortan, te quitan el estrés; más, en una semana en la que todo parece nublado".
Pero siempre es así. Lo mismo en vacaciones que en días de asueto. Cuando vestía la camiseta del Atlante o la del América, solía visitar la casa de Enrique Meza y cascarear un rato con él.
“Aquí vuelves a ser niño. Así me siento al correr tras un balón, y más en un ambiente de relajo y diversión. En Chile estaba acostumbrado al futbol rápido y lo voy a dejar de hacer hasta que ya no pueda mover las piernas”.
En la pequeña cancha de pasto sintético inventa jugueteos con el esférico.
Es libre.
No porta el número diez, sino el dos y divaga entre la defensa y la delantera. Lo observan acaso una docena de aficionados y un grupo de chiquillos entre cuatro y seis años que más tarde lo corretearán por el terreno de juego y le ofrecerán un par de palmadas.