Un día como hoy, seis de octubre, pero de 1936 (hace 68 años), el entonces presidente Lázaro Cárdenas visitó la región. Vino a repartir tierras a los campesinos que se habían sumado al movimiento de los trabajadores de las haciendas en Manila, Durango, que pedían mejores condiciones de trabajo y satisfactores mínimos para ellos y sus familias.
Empezó el Reparto Agrario con aquellos inconformes que luego fueron identificados como los Primordiales y que hoy poco tienen qué celebrar.
El sentir es general: Los campesinos viven en la miseria y realmente hay poco que les sirva de paliativo ante una realidad hostil. Son cada vez más las voces que reconocen que Gobiernos posteriores al de Cárdenas se encargaron de desvirtuar el sentido y propósito orginales del Reparto Agrario e introdujeron elementos de corrupción e ineficiencia, burocratismo y oportunismo que nada tenían que ver con el bienestar de los ejidatarios y mucho menos con criterios de producción y modernización.
Llegó el sexenio de Carlos Salinas de Gortari con la estocada que significó la reforma de 1992 al artículo 27 Constitucional que permitió la privatización de las tierras ejidales y que hoy se interpreta por los mismos Primodiales como sólo la preparación del terreno para el Tratado de Libre Comercio.
Al margen de la atribución de culpas, el pretendido éxito o manifiesto fracaso de un sinnúmero de programas oficiales -básicamente asistencialistas- para el campo mexicano, lo cierto es que al igual que los Primordiales, el resto de los campesinos mexicanos tienen poco qué celebrar.
Los niveles de marginación y pobreza en las zonas rurales aumentan a un ritmo sólo equiparable al desplome tanto cuantitativo como cualitativo de la producción agrícola y a la migración hacia las ciudades o Estados Unidos.
Guillermo Orozco Rodríguez, miembro de la Asociación de Profesionistas Hijos de Campesinos de la Comarca Lagunera, A.C., asegura que hoy, más que celebrar, habría que analizar a profundidad, con seriedad y sobre todo con realismo qué se puede hacer a favor de los ejidatarios y en general de todos los mexicanos que viven en las zonas rurales. Y tiene razón, ya que la situación actual resulta insostenible.