EL PAÍS
PUERTO PRÍNCIPE, HAITÍ.- Las barricadas y machetes de los chimeres, y los policías del Gobierno de Jean Bertrand Aristide aún enteros, aguardan en la capital de Haití al comandante insurrecto Guy Phillip, quien después de asaltar Cabo Haitiano prometió tomar Puerto Príncipe “en dos o tres días” y ocupar todo el territorio nacional en quince.
La oposición política rechazó la violencia miliciana, pero en ella confía para derrumbar la presidencia del ex sacerdote, cuyo mandato termina en el año 2006. La agrupación antigubernamental exigió ayer su renuncia el próximo 18 de marzo.
Una tranquila anarquía imperaba ayer en Cabo Haitiano, hacia cuya reconquista marchan refuerzos oficiales, mientras leales de Aristide eran detenidos allí por los rebeldes.
Estados Unidos desplazó 50 marines para proteger su embajada, en tanto que Francia, colonizadora de Haití, y Alemania pidieron a sus nacionales que salgan del país.
No obstante, la conquista de la capital no será empresa fácil si las dotaciones policiales y las partidas civiles que controlan sus accesos, muchos con pistolas y armas largas, mantienen el tipo y el aviso del comandante Philippe no es baladronada.
Los agentes apenas presentaron batalla durante la arremetida del domingo contra la segunda ciudad del país, Cabo Haitiano, que concluyó con más de diez muertos.
El hostigamiento para desmoralizar a los policías prosiguió ayer con la incursión de un grupo armado contra un puesto situado en una colina que circunda Puerto Príncipe. Los agentes huyeron.
Mientras Philippee dijo que sus hombres no harían nada para detener los saqueos, y responsabilizó al Gobierno de Aristide por dejar a los ocho millones de habitantes de Haití agobiados por el hambre y la desesperación.
La turba se llevó 800 toneladas de alimentos de los almacenes del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, según informó Andrea Bagnoli de la agencia, e incendió la mansión colonial del alcalde Wilmar Innocent, simpatizante de Aristide.
El pasado 19 de febrero, Aristide pidió a los policías que “utilizaran el arma de la inteligencia, uniéndose al pueblo”. La recomendación fue inútil porque el pueblo de las localidades tomadas no se movilizó en su defensa y los agentes se dieron a la fuga.
El cuerpo de policía está integrado por cinco mil hombres, la mayoría acantonados en la capital. No hay cifras ciertas sobre el número de miembros del Frente de Resistencia para la Liberación y la Reconstrucción de Haití (antes Ejército Caíbal), algunos cientos, que irrumpe a bordo de todoterrenos en golpes de mano de perfil castrense.
Guy Phillip fue comisario de Cabo Haitiano y se acompaña de ex militares de Cedrás. El Ejército fue abolido en 1995. Esa soldadesca controla total o parcialmente cinco de las nueve provincias de Haití.
Las gestiones diplomáticas no avanzan porque la iniciativa corre a cargo de la ofensiva armada, que ignoró la última propuesta de Estados Unidos, Canadá, la Organización de Estados Americanos (OEA) y los países de la Comunidad del Caribe (Caricom): respetar la presidencia de Aristide hasta el final, pero recortando sus poderes al nombrar un primer ministro independiente que forme Gobierno y prepare elecciones.
La oposición política, aparentemente convencida de que los días de Aristide están contados, presentó ayer un ultimátum que llamó “contrapropuesta”: Debe abandonar el poder el 18 de marzo. “No tiene legitimidad, salvo la que le otorga la comunidad internacional”, afirmó en conferencia de prensa Paul Denis, dirigente de Convergencia Democrática y Grupo de los 184, que agrupa a la oposición. “Sufre un déficit de credibilidad. Jamás cumplió su palabra. Es el problema, el obstáculo en el camino a la democracia y la comunidad internacional jamás quiso obligarlo a respetar su palabra”.
Evans Paul agregó que la propuesta internacional “le arranca todos los dientes, pero sigue siendo tenaz y peligroso incluso con las encías infectadas”.
