Durango

Protesta en despoblado

El Ejido Máximo García aglutina a casi mil habitantes; 117 son ejidatarios titulares

Las cenizas todavía expiden el humo de la quema de anoche. ?El Canelo? no pierde detalle de los movimientos de Antonio Moreno Santillán, su amo, uno de los ejidatarios de Máximo García, quien participa en el bloqueo al pie de la construcción de la supercarretera a Mazatlán.

Su desesperación y la de sus compañeros tiene lógica: hasta ayer llevaban casi diez diez en protesta continua; el convenio de ocupación de sus tierras se venció el pasado 12 de septiembre.

Las constantes lluvias de los últimos días se han dejado sentir con más severidad allá, a despoblado. Aun así, una vieja lona los cubre del agua porque la disposición de la asamblea ejidal fue iniciar el plantón y no retirarlo hasta que el Gobierno del Estado les pague la indemnización que a cada ejidatario corresponde.

Con disposición e ingenio más que con dinero y comodidades, Eusebia González Valdez, esposa de uno de los dueños de la tierra afectada con el trazo inicial de la supercarretera Durango-Mazatlán, les prepara a diario algo de comida en una lámina oxidada que sirve de comal.

A un costado del brasero hechizo se revuelca en un charco ?El Canelo?, un acabado perro color café que les hace compañía a los protagonistas del bloqueo que no permite el acceso a ninguna máquina, a ningún trabajador o encargado de la construcción.

Moisés Almaraz Alvarado, de 53 años, no esconde su enojo porque el Gobierno del Estado le afectó una hectárea de tierra para que siga su trazo la nueva rúa a Mazatlán. Y sin embargo, ahora no le quieren indemnizar lo que ?dice- le corresponde.

Mientras, la empresa constructora contratada por las autoridades para la ejecución del trazo y del Puente Nevería, a la altura del kilómetro 33 de la ruta, sufre las mermas de la inactividad, ya que la renta diaria de la maquinaria y el pago a los trabajadores equivale a unos 200 mil pesos diarios, según afirman fuentes cercanas al contratista de la obra.

DISPOSICIÓN

El presidente del Comité de Vigilancia del Ejido Máximo García, antes El Pino, Jorge Herrera Zúñiga, inconforme, asegura que no son ?antiduranguenses? por realizar el bloqueo de los trabajos de la supercarretera, como dice que los calificó el anterior mandatario estatal, Ángel Sergio Guerrero Mier.

?Sabemos que hay un ofrecimiento económico por alrededor de 41 hectáreas. Entonces, como aquí son tierras de parcela, no se sabe si viene ahí incluido el hecho de que se trate de parcelas.?, dijo Herrera Zúñiga.

Pero, aclara: ?También nos prometen algunas obras, como un salón de eventos para el ejido, obras hidráulicas y de drenaje, entre otros proyectos. Allá andan precisamente nuestras autoridades del Comisariado Ejidal... ¡A ver qué respuestas nos traen!?.

ANTECEDENTES

El Ejido Máximo García aglutina a casi mil habitantes. De ellos, solamente 117 son ejidatarios titulares; el resto, avecindados, familiares y pobladores.

La asamblea ejidal empezó ayer a las 9:00 de la mañana y concluyó casi una hora y media después. En ella, los propietarios de la tierra decidieron solucionar el conflicto con las autoridades a cambio de un millón de pesos y obras de beneficio para la región.

Son precisamente esas 117 personas las que por ese derecho ejidal están en posibilidad de decidir las condiciones para negociar con el Gobierno del Estado de Durango, instancia a la que le corresponde la liberación del derecho de vía en todo el trazo inicial de la supercarretera, con base en el convenio de obra que hizo con la SCT federal.

A unos días de que concluyera su mandato la administración de Guerrero Mier, el pasado domingo 12 de septiembre, venció el convenio de ocupación que firmaron los ejidatarios de Máximo García con el Gobierno Estatal, como una alternativa jurídica para continuar los trabajos de la supercarretera ante la falta de un avalúo oficial dictaminado por la Comisión de Avalúos de Bienes Nacionales (Cabin) de la Secretaría de la Reforma Agraria.

Sin embargo, se llegó el plazo del vencimiento y nunca se les notificó si se renovaría, tampoco se les dijo a los ejidatarios la fecha en la que se les daría su indemnización final; mucho menos se les informó sobre las cantidades que pagaría el Gobierno por cada hectárea afectada con el trazo de la nueva rúa.

Eso motivó que los ejidatarios se organizaran para protestar. La mecánica para demostrar su inconformidad, ya implementada en otras ocasiones, fue la de bloquear nuevamente el acceso al Puente Nevería, a las brechas y al propio trayecto de lo que será la carretera.

Así, a pesar del frío, la lejanía respecto de algún pueblo y la escasez de recursos para contar con víveres suficientes, los ejidatarios y sus familias se asentaron en las zonas de bloqueo: una por el Puente Nevería y otra por el rumbo de Otinapa, para obstaculizar los dos posibles accesos que estaba utilizando la constructora.

RIESGOS

Solamente una máquina trituradora trabaja a unos cuantos metros del lugar que los ejidatarios habilitaron como base central del plantón: es la falda de una pequeña loma de piedra y arena, ubicada en el entronque del trayecto de la supercarretera, la brecha que está a un costado para la movilización de la maquinaria, y el camino que sigue hacia La Loma.

Desde ese sitio, con únicamente dos bicicletas para una posible emergencia, los manifestantes reclaman a las nuevas autoridades una solución urgente a sus reclamos. Saben que los convenios y los acuerdos económicos los hicieron con otra administración gubernamental; pero, a final de cuentas, recalan en la idea de que ?el Gobierno no deja de ser el Gobierno, esté quien esté al frente de él?.

Por el día, la guardia le corresponde a Moisés Almaraz, Jorge Herrera, Eusebia González, Pedro Moreno, Antonio Moreno, Joaquín Mendoza y Eladio González. Por la noche, otros habitantes del Ejido Máximo García se rolarán la responsabilidad de cuidar que nadie pase a la zona de construcción que está inactiva desde hace diez días.

Mientras tanto, ?El Canelo? y ?La Bola?, los fieles perros que soportan los dos turnos y se solidarizan con las malpasadas de sus amos, se pasean y se dejan acariciar para aminorar la soledad del bloqueo. Al empezar a caer el sol, las brazas tenues de la leña volverán a convertirse en una llamarada que se detecta a lo lejos.

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