Aunque en estos tiempos ya no se requiere mucha imaginación para nombrar a los hijos, puesto que se les aplica el nombre del artista o del personaje de la telenovela de moda, de cualquier manera los padres hacen cierto esfuerzo para dar con el nombre que quede con el apellido, o simplemente para ?salirse con la suya? y nombrar a su hijo (a) como lo escogieron, a gusto o disgusto de familiares y amigos. Recuerdo unos amigos que le pusieron a su hija ?Patricia? por el mambo de Pérez Prado del mismo nombre porque al padre le gustaba mucho bailarlo, por ejemplo. (Lo bueno es que se escucha bonito, hasta el diminutivo: Paty).
En épocas anteriores, todavía en el siglo recién pasado, se daba el nombre de los familiares más queridos o de las amistades más apreciadas: los tíos o los padrinos, los amigos de la infancia, el héroe de sus años infantiles, los abuelos, etc., es decir, en la elección de los nombres iban involucrados sentimientos y recuerdos importantes para ambos padres.
Algunas personas, inclusive, piensan que los niños deben cambiar su nombre a determinada edad, o quedarse con el que ya tienen si así lo desean, porque es arbitrario que se les imponga algo a lo cual ellos no tuvieron opción alguna de elegir o rechazar.
Todo esto viene a colación porque, independientemente de si hubo sentimientos involucrados, o no los hubo, en la elección de tu nombre, en la actualidad no tiene ningún significado cómo te llames o cómo te digan de cariño tus familiares, si en el momento que sales de tu casa tus compañeros y amigos te van a decir ?buey?, o en algunas ocasiones ?huey?, según el ambiente, siendo esto parejo, tanto para los hombres como para las mujeres... ¡Logros de la liberación femenina!...