Ya no podrás leer estas líneas, pero no son para ti, porque tu pudiste constatar en carne propia el cariño que todas tus amigas te expresaron durante tu purificación en el Señor. Estas líneas son para relatar la experiencia que has dejado en todas ellas a través de tu bondad y tu aceptación con sabiduría y fe, sobre todo con fe, de tu padecimiento corporal, el cual fue minando tu cuerpo, pero no tu espíritu, que se mantuvo íntegro y confiado en la bondad y misericordia de quien todo lo puede, y que es tan sabio que se nos escapan sus designios, pero, con toda certeza, te reservó un lugar muy especial a su lado.
Conocimos a Esperancita desde que Torreón era como una gran familia, y ella siempre ofreció su optimismo y su alegría, tanto a quienes nos considerábamos sus amigos, como a aquellos que la trataron por motivos de trabajo, escuela, etc. Supo ser muy buena hija, cuidando hasta el último momento a su señora madre; una tía cariñosa y desprendida, germinando en sus sobrinos el respeto y amor hacia su persona, quienes estuvieron al pendiente de ella durante su enfermedad con la dedicación de hijos y, además, fue una excelente amiga que generó la unión a su alrededor de todas sus amistades, obteniendo la atención unánime de las más cercanas para que en ningún momento permaneciera sin compañía mientras estuvo hospitalizada, lo que, en esta época de egoísmo, es un verdadera muestra de amor al prójimo.
Fuiste un ejemplo vivo como cristiana y como ser humano, lo que debe llenar de alegría a tu familia, y esto les ayudará a pasar este trance con resignación y estoicismo.
Que en paz descanses, amiga........